Durante muchos años se ha considerado el ejercicio físico como una herramienta para compensar los excesos, una especie de penitencia moderna para pagar por nuestros pecados. Bajo este planteamiento, muchos conciben el gimnasio como el verdadero «infierno» donde quemar las calorías extra.
¡Nada más lejos de la realidad! En el año 2000 se descubrieron las exerquinas, unas moléculas que siempre habían estado ahí pero de las que sabíamos muy poco. Veinte años después, y aunque tienen muchas sorpresas que darnos, hoy tenemos más claro cuál es la vida, obra y milagros de las exerquinas. Y os adelanto que son una revolución para el concepto del ejercicio físico. Si aún no habías oído hablar de ellas, prestad atención porque pronto acapararán muchos titulares.
¿Qué ocurre realmente cuando ejercitamos nuestros músculos?
Durante el ejercicio nuestros músculos se contraen y se generan pequeñas lesiones en las fibras musculares. En el año 2000 se descubrió que, como respuesta a estas lesiones, se libera la interleuquina-6 (IL-6), una proteína que actúa como una señal en el cuerpo. Hasta entonces, que se liberase la IL-6 se consideraba preocupante, porque se creía que era solo una molécula inflamatoria.
Sin embargo, en varios estudios se observó que, en realidad, lejos de ser dañina, esta molécula era una especie de árbitro que, cuando hay juego peligroso, señala la falta para que pueda ponerse orden en el campo. Actúa como una señal inflamatoria para indicar el daño muscular y estimular la reparación, pero al mismo tiempo puede tener efectos antiinflamatorios para limitar que el tejido se inflame demasiado. Todo un cambio de concepto.
‘Superkinas’: las mensajeras del bien están por todas partes
Estas moléculas, como la IL-6, que genera nuestro cuerpo con el ejercicio físico se engloban dentro de las llamadas mioquinas y exerquinas. Quinas viene del griego kein, «movimiento». Son las moléculas del movimiento, que se liberan en el músculo al hacer ejercicio físico, pero también en distintos órganos.
Dependiendo de dónde se liberen tendrán un nombre u otro: mioquinas (músculo esquelético), cardioquinas (corazón), hepatoquinas (hígado), adipoquinas (tejido adiposo blanco), baptoquinas (tejido adiposo pardo), neuroquinas (neuronas), etc.
Como estos seudos nombres no son fáciles de recordar, he decidido rebautizarlas con un nombre genérico como superkinas. ¿Por qué? Porque son la verdadera medicina natural de nuestro cuerpo. Las llaman la «polipíldora natural». Son el quinto elemento de nuestra salud.
¿Para qué sirven las ‘superkinas’?
Estas ‘superkinas’ que libera nuestro cuerpo en respuesta al ejercicio físico de una determinada intensidad tienen el potencial de combatir enfermedades cardíacas, problemas cognitivos, diabetes tipo 2, obesidad y hasta el cáncer. Además, pueden ayudarnos a vivir más tiempo y con mejor calidad de vida.
Suena a ciencia ficción, pero es verdad de la buena. O mejor dicho, ciencia de la buena. Si estuvieran a la venta, pagaríamos fortunas por ellas y haríamos colas para comprarlas…, ¡incluso más largas que las de Doña Manolita! El único problema es que las superkinas no están a la venta… ¡hay que ganárselas!
Un ejemplo: efectos de las superkinas en el cerebro
Cuando hacemos ejercicio de determinada intensidad, se estimula la producción de exerquinas en tejidos como el músculo esquelético, el tejido adiposo o el hígado, para terminar afectando al sistema nervioso. Estas exerquinas se liberan en la circulación y tienen numerosos efectos potenciales sobre el sistema nervioso, que incluyen:
- Más neuronas. Pueden facilitar la neurogénesis, es decir, la generación de nuevas neuronas.
- Más memoria. Pueden facilitar la plasticidad sináptica, que es la facilidad con la que las neuronas conectan entre sí y su capacidad para adaptarse a la actividad y a la experiencia diaria. Este fenómeno es esencial para el aprendizaje y la memoria.
- Mejor estado de ánimo. Se sabe que la inactividad física tiene efectos negativos en la salud mental. Por el contrario, el entrenamiento aeróbico y el de resistencia han demostrado ser efectivos para combatir los síntomas de la depresión.
En un ensayo en adultos mayores (de 55 a 80 años) que participaron en un programa de caminata aeróbica se registró un aumento en el volumen del hipocampo y mejoras en la memoria. Además, la evidencia acumulada sugiere que el ejercicio y la actividad física pueden prevenir o retrasar la aparición de enfermedades neurodegenerativas.
Ejercicio físico: no es penitencia sino gloria bendita
Todo esto es lo que podemos conseguir si le damos cariño al miocito, la célula muscular. Lamentablemente, nos pasamos la vida buscando atajos quemagrasas que no nos llevan a ninguna parte. Aunque nos pese, la clave no solo está en quitar alimentos superfluos, sino en movernos más.
Podemos empezar hoy mismo a ganar nuestras superkinas, ¡y sin necesidad de apuntarnos a crossfit si no es nuestro estilo! Hacer sencillos ejercicios aeróbicos y de fuerza sin salir de casa, durante 10-15 minutos al día, es una buena forma de conseguir nuestra polipíldora natural. Recordemos el lema de la OMS: «Cada movimiento cuenta».