Con sus pequeñas manos cogió aquel folio en blanco como le habían pedido en el ‘cole’ y dibujó a su familia. Su papá, grande. Su mamá, en el medio, pequeña y triste. Retrató con la sinceridad propia de los ocho años el sufrimiento que veía en el rostro de ella desde que nació su hermano pequeño.
Ese intenso dolor también aparece reflejado en la mirada de otras muchas madres para las que la etapa perinatal – desde el embarazo hasta un año después del parto– no trae consigo esa felicidad estipulada socialmente. En algunos casos, en los peores, incluso conlleva tal desesperanza que acaba en muerte: el suicidio es la principal causa de fallecimiento en la mujer en este periodo en los países desarrollados.
Desvela este dato «sobrecogedor» Susana Al-Halabí, profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo. «Tenemos que tener claro que esto no le ocurre a la mayoría de las mujeres«, subraya, pero también que la maternidad en ocasiones no responde a ese ideal de plenitud, que lo «normal» es que surjan «ciertas dificultades» y que hay situaciones de mayor vulnerabilidad y conflicto que pueden suponer un sufrimiento extremo y una enorme sensación de vacío y pérdida del proyecto vital. Dar la oportunidad de hablar de él es el primer paso para mitigarlo.
Ese hijo tan querido me miraba y sentía que no me pertenecía. No había rechazo pero tampoco amor
Este periodo no es igual para todas ellas y «dependerá del significado que tenga, de su situación personal y familiar, del apoyo recibido por la pareja, de su experiencia previa, de la presencia de problemas de salud, de los recursos económicos o de sus expectativas, entre otros aspectos», asegura esta experta, coordinadora del Manual de psicología de la conducta suicida.
Apenas unas horas después de dar a luz, Alma (nombre modificado por petición de anonimato), la mamá retratada en su dolor por su primogénito, se despertó con un enorme «agobio». Empezó a caminar por la habitación del hospital «de arriba a abajo con sensación de vacío». A los dos días, la situación «degeneró». No quería salir de allí, sentía miedo por todo y no quería estar sola pero lo más descorazonador lo sentía al observar a su pequeño: «Ese hijo tan querido me miraba y sentía que no me pertenecía. No había rechazo pero tampoco amor ni sintonía, estaba distante. Sentía una culpabilidad horrible de haberle querido, de tenerle y de no quererle, me decía ‘para qué te habré tenido'».
FACTORES DE RIESGO Y DE PROTECCIÓN
FACTORES DE RIESGO
Individuales
Juventud y soltería
Historia familiar o personal de trastornos mentales o de conductas suicidas
Socioeconómicos
Conflicto familiar
Violencia doméstica
Soledad y falta de apoyo social, familiar o de la pareja
Rechazo de la paternidad por parte de la pareja
Ambientales
Desigualdad o discriminación social, racial, religiosa o de género
Vivienda abarrotada, inadecuada o en zonas rurales
Guerras, conflictos o desastres naturales
Gestacionales
Embarazo no deseado
Nuliparidad (sin parto previo)
Clínicos
Presencia previa o actual de un diagnóstico de trastorno mental
Intento de suicidio previos
Ideación suicida previa
Presencia de una enfermedad de corta evolución
Aspectos psicológicos como irritabilidad premenstrual, insomnio, percepción de embarazo complicado, actitudes negativas hacia el embarazo, ansiedad frente al parto, inadecuadas estrategias de afrontamiento, etc.
FACTORES DE PROTECCIÓN
En relación con los factores de protección, no se ha descrito ninguno que sea específico para el periodo perinatal, más allá de los conocidos para la población general: relaciones personales sólidas con apoyo social, emocional y financiero, creencias religiosas o espirituales, estabilidad emocional, bienestar, autoestima y optimismo, habilidades personales (resolución de problemas y solución de conflictos), hijos pequeños a los que cuidar, estilo de vida saludable, acceso a intervenciones clínicas y apoyo en la búsqueda de ayuda profesional)
La vuelta a casa fue muy complicada. No podía estar sola con el bebé y la ansiedad la «arrastraba». Era lo único que sentía. La invadía a veces hasta «marearse» pero no quería tomar medicación por miedo a tener que interrumpir la lactancia. Era lo único que creía que podía hacer por su hijo, cubrir sus necesidades básicas y le enchufaba a su mama, «como una máquina», sin sentir emoción alguna. Había dejado de ser feliz y no sabía ni por qué. Y ese pesar se extendía hacia el resto de la familia al percibir que le «estaba haciendo daño» a su hijo mayor y al padre, que «tenía que aguantar y hacerse el fuerte» por ella.
«Si tienes ratos difíciles, dímelo»
Cuando nos acercamos a una madre que acaba de dar a luz solemos «prescribir felicidad», advierte Susana Al-Halabí. Vemos al bebé, sonreímos, la miramos a ella y decimos «¿Estarás contenta, no?». Preguntamos sobre el bebé y nos olvidamos de la madre. No se deja espacio para que exprese los que siente, ya sea plenitud o grandes temores y malestar. «Hay que ofrecer espacios para preguntarle ¿cómo estás? ¿necesitas algo? ¿sientes que te cuesta trabajo reconocerte? Si esto te pasa, si tienes ratos difíciles y te sientes perdida, dímelo». Prestar ayuda real, no realizar una mera visita. «En el imaginario colectivo social si tu hijo está sano, el parto ha ido bien, tienes un bebé precioso, ¿cómo vas a estar deprimida? La culpa y la ocultación es brutal», subraya Irigoyen.
¿Qué puede hacer la pareja o el entorno familiar para ayudarla a salir de ese estado? «Empatía y buscar más allá de lo que se ve. Hay señales indirectas que quedan camufladas por el cansancio (que se presupone normal en esta etapa): ha perdido el apetito, duerme mal, ha dejado de relacionarse y de hacer cosas que le pueden hacer disfrutar, cuida al bebé pero se la ve distante…», explica esta experta. En ese caso es necesario vencer el miedo a «abrir el melón» y preguntarle «cómo se encuentra». En esta etapa «todo el mundo se proyecta en el bebé y a la madre se le mira poco». Y ella tampoco está pendiente de sus propias necesidades porque «el autocuidado suele mermar mucho en esta etapa». Es necesario ofrecerle «escucha activa y acompañamiento» haciendo cosas concretas por ella como quedarte con el bebé media hora, cambiarle el pañal, acompañarla a tomar un café…».
Concienciadas de la importancia de cuidar de la salud mental de la mujer, cuatro matronas, profesionales clave en el apoyo a la gestante, han impulsado un proyecto pionero en de Castilla y León denominado ‘La maternidad desde mis emociones’ para ayudarle a entender lo que siente en esta etapa y que pueda disfrutar de ella de una forma realista. Elena Nieto, Ana Martín, Cristina Gaitán e Inmaculada Fernández entregan desde el pasado mes de agosto a las gestantes y puérperas de la zona básica de salud de Arturo Eyries de Valladolid unos diarios para que anoten sus sentimientos, dudas, miedos y que puedan compartirlos posteriormente en la consulta.
Ideas más frecuentes de lo que se piensa
Isabel Irigoyen, psiquiatra, coordina un programa para mujeres con trastornos mentales, que incluye el seguimiento desde que planifican el embarazo hasta después del nacimiento del bebé. Explica desde su dilatada experiencia en qué proporción las madres pueden sufrir malestar emocional tras dar a luz: «En una de cada cinco mujeres va a aparecer en el posparto un cuadro depresivo subclínico, leve, (lo que se denomina baby blues y dura unas dos o tres semanas), que se suele autorresolver; otra de cada cinco mujeres tendrá una depresión postparto clínicay en último lugar puede aparecer la psicosis posparto, que es muy poco frecuente pero muy grave, con ideas de suicidio o conductas que provoquen la muerte incluso con el hijo». En los dos primeros casos suele pasar desapercibido ese malestar y queda «camuflado de cara al entorno» porque se achaca a que la mujer «está cansada».
En España no hay cifras estadísticas que reflejen la dimensión de la realidad del suicidio en la etapa perinatal, con consecuencias devastadoras para el bebé y el resto del entorno familiar. «No es un fenómeno muy estudiado. No conocemos datos pero sí hay investigaciones que indican que estos pensamientos son más frecuentes durante el embarazo que en el grupo equivalente de mujeres en la población general», subraya Al-Halabí.
Asociaciones y teléfonos que ofrecen ayuda
-En caso de emergencia vital inminente llame directamente al teléfono de emergencias 112.
-Si tiene ideación suicida 024
– Teléfono de la Esperanza: 717.003.717.
–Teléfono de apoyo a la maternidad 012 (Comunidad de Madrid)
– Teléfono Prevención del suicidio (Barcelona): 900.92.55.55.
-Teléfono/Chat ANAR de Ayuda a Niños/as y Adolescentes 900 20 20 10
– Teléfono Contra el Suicidio- Asociación la Barandilla (Madrid): 911.385.385.
– Papageno 633 169 129 supervivientes@papageno.es
– APSAV. Asociación para la prevención del Suicidio. Abrazos Verdes. Asturias.
– AFASIB (Familiars i Amics Supervivents per suïcidi de Les Illes Balears (Islas Baleares)
–AIDATU. Asociación Vasca de Suicidiología
– APSAS: Asociación para la Prevención del Suicidio y Ayuda al Superviviente. (Gerona)
– APSU: Asociación para la prevención y apoyo afectados/as por suicidio (Cdad. Valenciana)
– ASAM: (Burgos).
– BESARKADA-Abrazo: Navarra.
– BIZIRAUN: País Vasco
–BIDEGUIN: País Vasco
– Después del Suicidio: (Barcelona)
– Fundación Alaia (Madrid)
– Fundación Metta-Hospice (Valencia)
– Goizargi: Navarra
– Grupo Supervivientes de León.
– Hay Salida, Suicidio y Duelo: (Cantabria)
– Ubuntu (Sevilla)
– Asociación Luz en la oscuridad (Tenerife)
–Asociación Volver a Vivir (Tenerife)
El hecho de que una persona se quite la vida no responde nunca a una única causa. El suicidio es un fenómeno complejo, prevenible en la inmensa mayoría de los casos, en el que influyen diversos factores de tipo personal, psicológico y social. En esta etapa habría situaciones que generan una mayor vulnerabilidad como puede ser que la mujer sea adolescente, que afronte un embarazo no deseado, que sea víctima de violencia de género, que algún problema psicológicoprevio o graves dificultades económicas.
Víctimas de un doble estigma
Las mujeres que lidian con estos pensamientos de muerte mientras crean vida suelen hacerlo en una profunda soledad y bajo la losa de un doble estigma, el del suicidio y el de estar sufriendo profundamente en un momento de su vida en el «que por prescripción social tienes que ser particularmente feliz», explica Susana Al-Halabí. Expresar ese dolor «está desautorizado y penado» pese a que ese intenso malestar emocional es más frecuente de lo que se piensa. El silencio se impone y se incrementa la sensación de aislamiento, culpa y extrañeza, agravando situación.
«Algunas mujeres pueden tener serias dificultades para expresar qué les está pasando por temor a ser juzgadas, a que se le retire el bebé, por el autoestigma contra ellas mismas: ‘cómo es posible que quisiera tener yo el bebé y ahora me encuentre pensando esto’, ‘deseaba tanto un hijo y ahora me miro y no soy capaz ni de vestirme'», subraya recordado algunos de esos duros pensamientos que le han expresado en terapia.
Todos los reportajes de la serie
A ti que piensas en quitarte la vida: «No estás solo, no estás sola, pide ayuda»
A ti que piensas en quitarte la vida: «No estás solo, no estás sola, pide ayuda»
En esta etapa «las mujeres proyectan a la sociedad la imagen que se espera de ellas. Cuando es un embarazo deseado y desde el punto de vista obstétrico todo va bien parece que no puede haber ninguna cosa que lo distorsione», subraya Irigoyen, responsable durante tres años del plan de prevención de Suicidio de Aragón. Pero en su mundo interior la realidad puede ser diferente.
«No te paras a pensar en estas dos palabras ‘depresión posparto’ porque no está visibilizado socialmente», asegura Alma. Le puso nombre con ayuda de una psiquiatra amiga de la familia y recordó entonces aquella extraña despedida de su terapeuta cuando sufrió un episodio depresivo en la juventud, al terminar el instituto: «Ya nos veremos en el ‘baby blues’«. Aunque esto que vivía a los 42 años era mucho más que esa tristeza posparto que él vaticinaba.
Aquel estado ansioso permanente dio paso después a la «parte más dura». No pensaba en el suicidio pero sí tuvo ideas obsesivas con el tiempo. «Era como si en mi cabeza tuviera una calculadora. Calculaba el tiempo que le quedaba de vida a la gente en la calle. Me dolía hasta mirar la fecha de caducidad de cualquier producto. Era, lo confieso, una locura que no podía absolutamente controlar. El día del cumpleaños de mi hijo mayor, de ocho años, me lo pasé llorando. Me decía ‘ya han pasado ocho años, ¿cuántas etapas de ocho años me quedan?»
La crianza es «dura para algunas mujeres» y los mitos creados entorno a la maternidad caen como una losa sobre ellas y dificulta expresar sus emociones y pedir ayuda. Existe, por ejemplo, la creencia de que el vínculo con el bebé se establece «rapidísimo» y «no siempre es así». Cuando una madre no lo vive de esa manera puede creer que el «error» está en ella, que no es una «buena madre», explica Al-Halabí.
«Es muy complicado decir estoy embarazada y tengo pensamientos de suicidio»
La Sociedad Marcé Española para la Salud Mental Perinatal (MARES), que promueve desde hace más de una década el estudio, la prevención, la formación y la divulgación a nivel social de los trastornos psicológicos en esta etapa, lanzó hace unos meses una campaña para derribar creencias como la de que «una madre debe dejar todo y dedicarse a su bebé» o que «no hay nada que aprender, la naturaleza te prepara para ser madre» que pueden hacer sentir a la mujer incompetente al percibir que no se ajusta a ese modelo. Y MARES las rebate datos científicos y ofreciendo consejos saludables como aclarando la importancia de dedicar un tiempo al autocuidado y de «tomar conciencia que ser madre no es una tarea facil, supone un proceso de cambios y cierta vulnerabilidad, en los que las madres necesitan apoyo».
Insuficiente atención de la salud mental en el embarazo
Durante el embarazo y el posparto, la mujer recibe una atención médica especializada (obstetras, matronas, enfermería, pediatras…) para garantizar tanto su salud física como la de su bebé, pero ¿se cuida también de su salud mental? «No con mayúsculas», responde Jorge Javier Osma López, psicólogo, investigador y presidente de la asociación.
«La mayoría de las mujeres no va a necesitar este apoyo psicológico y con cierta información sobre los cambios emocionales y algunos consejos para gestionar el estrés será suficiente para que los reconozcan y afrontar la situación de estrés, pero para otras que carecen de recursos personales, familiares y sociales dar esta información durante los cursos no es suficiente, hay que entrenar en habilidades de regulación emocional y ello requiere una intervención diferente a la que se está realizando«, advierte subrayando la necesidad tanto de reforzar las plantillas de psicólogos y psicólogas en Atención Primaria como de formación de los profesionales sanitarios para que puedan detectar casos de riesgo e intervenir de forma adecuada.
El pasado el 7 de febrero de 2023 se puso en marcha en la Comunidad de Madrid el servicio 012 Apoyo a la Maternidad, que además de ofrecer información y orientación acerca de ayudas y recursos, presta atención psicológica todos los días del año las 24 horas del día a las mujeres embarazadas o madres que lo necesiten. En estos nueve meses, han sido atendidas 11.199 llamadas y 57 mujeres han requerido ese apoyo especializado. La mayoría presenta síntomas de ansiedad y depresión asociadas a su estado de gestación y postparto, explica en respuesta a un cuestionario una responsable del Servicio 012. Éste se realiza en colaboración con la Consejería de Familia, Juventud y Asuntos Sociales, a la que se derivan los casos que necesitan un respaldo social y/o asistencial.
«En el embarazo sí puede aparecer mucha ideación autolítica porque surgen cambios en la vida de la mujer, biológicos, personales, de las expectativas familiares y es mucho más frecuente de lo que la gente piensa», asegura Isabel Irigoyen. El riesgo de suicidio, sin embargo, es mayor en el posparto, especialmente en la cuarentena y se mantiene durante el primer año. La OMS lo llama muerte obstétrica indirecta frente a la directa, que sería provocada por la hipertensión, infecciones, hemorragias u otras complicaciones.
«Desgraciadamente, nos queda mucho por mejorar en la atención perinatal. En muchas ocasiones estas mujeres pasan totalmente desapercibidas en las diferentes consultas. Es muy complicado decir estoy embarazada y tengo pensamientos de suicidio», asegura, de ahí la necesidad de ofrecerle escucha para que pueda hacerlo y encontrar ayuda.
«Estamos en una situación precaria en la atención a la salud mental en esta etapa perinatal»
Los expertos consultados para este reportaje coinciden en la urgente necesidad de darle la oportunidad a la mujer de hablar de su estado de ánimo durante las revisiones y realizar cribados para averiguar si se enfrenta a dificultades como la falta de apoyo familiar o de pareja, violencia machista o conflictos identitarios. Para ello, afirman, se requiere de una mayor formación de los diversos profesionales que la atienden tanto psicólogos como el equipo de enfermería, obstetricia y matronas.
«Estamos en una situación precaria en la atención a la salud mental en esta etapa perinatal», lamenta Susana Al-Halabí. Avanzar supone, a su juicio, mejorar la formación y preparación y «sobre todo, ofrecer tiempo y espacio para escuchar y hablar con estas mujeres, incorporar psicólogos en estos servicios para hacer evaluaciones, cribados o psicoterapia en caso necesario, así como derribar los mitos que aún existen en el sistema sanitario sobre el suicidio y la maternidad». Es necesario abrir la mirada y no vincular siempre las ideas de muerte a la existencia de una depresión posparto.
«Busca ayuda antes de que la angustia te bloquee, no estás solo»
«Busca ayuda antes de que la angustia te bloquee, no estás solo»
«Persisten ideas trasnochadas y obsoletas que no ayudan a reducirlo»
«Persisten ideas trasnochadas y obsoletas que no ayudan a reducirlo»
Irigoyen incide también en la importancia de hablar directamente sobre ello con la paciente. «Lo primero es detectarlo y en España hay pocos sitios en donde se pase unas preguntas en las consultas obstétricas en relación al suicidio. No se hace de forma regular. En las preparaciones del parto les explican lo que es la hipertensión, la episiotomía , que pueden surgir llagas en el pecho..pero no se habla de la muerte. Hay todos los cribados físicos pero ningún cribado psicológico», lamenta. Hacerlo no «encarece» el proceso de atención y se puede realizar una serie de preguntas a la mujer, propone, por ejemplo, durante la prueba de la curva de glucemia o una ecografía. «Si detectas algo ahí te tendrás que poner en contacto con un profesional de la salud mental, concluye.
La maternidad, fuente de felicidad pero también de conflictos
La investigadora Susana Al -Halabí apuesta por crear en España tal y como lo hacen ya países como Reino Unido o Irlanda unidades destinadas a cuidados a mujeres con ideación suicida en esta etapa donde se les proporciones ayuda inmediata y apoyo «real» como , por ejemplo, poder dormir y descansar tras un periodo de privación importante de sueño.
Recuerda que «para educar a un niño hace falta una tribu» pero esa red que arropaba a los padres se ha ido perdiendo. «Tradicionalmente, existía una red de mujeres (tías, hermanas, abuelas…) que se ocupaban de enseñar y apoyar a las madres primerizas. Pero el auge del valor de la intimidad y la carrera laboral de las mujeres ha provocado que se favorezca la soledad de los nuevos padres. Surgen más inseguridades, cansancio, dilemas y pensamientos devastadores». El principal factor de riesgo «es la falta de apoyo y la presencia de discursos dominantes sobre cómo debe ser la maternidad » en «contextos que prescriban felicidad obligatoria y penalicen la expresión de malestar», advierte.
Cuando alguien les dice que los pensamientos negativos son comunes, el peso que se quitan es brutal
En los cursos de prevención de la depresión perinatal del grupo de investigación dirigido por Osma uno de los objetivos iniciales es el reajuste de expectativas sobre la maternidad. «Durante la gestación van rumiando y rumiando pensamientos» que les inquietan y sienten «ambivalencia», quieren a su futuro bebé y son felices y, al mismo tiempo, están invadidas por el miedo y la culpa. «Cuando alguien les dice que es una reacción natural ante los cambios importantes, y que los pensamientos negativos no significan que las cosas vayan a ir mal o que no están preparadas sino todo lo contrario, que son comunes y que tiene que ver con estar sufriendo y no tener habilidades para interpretarlo de otra manera, el peso que se quitan es brutal».
Desbordadas emocionalmente, agotadas, sin apoyo, en un momento vital en el que es habitual que surjan alteraciones en el ánimo por los cambios hormonales, la mujer puede sufrir un sentimiento de incompetencia y de carga «muy trágico» que desemboque en la idea de pensar «mi hijo estaría mejor sin mí», lamenta Susana Al-Halabí. «A pesar de las dificultades, ningún bebé está mejor sin su madre, sobre todo cuando hay esperanza y posibilidad de recuperarse», explica esta psicóloga. Ella ha escuchado en más de una ocasión estos profundo lamentos: «Ya no volveré a ser la misma», «no puedo pensar», «me echarán del trabajo», «no ves que soy una incompetente, soy como un bebé cuidando de otro bebé», «no soy buena para mi hijo»…
Y hay casos de dolor tan extremos que incluso esa madre puede llegar a pensar no solo en quitarse la vida sino que también la pierda su hijo para «ahorrarle sufrimiento» porque siente tal grado de desesperanza por el futuro que está convencida de que su «bebé va a ser un desgraciado». «Eso que los medios se cataloga como infanticidio, desde el punto de vista psiquiátrico no lo podemos considerar un homicidio sino suicidio ampliado», explica Irigoyen. Cuando una mujer se encuentra en riesgo alto, verbaliza el deseo de morirse, que va a ver sufrir a su bebé, dice que estaría mejor sin ella, hay que eliminar los medios potenciales, nunca dejarla sola y pedir ayuda profesional.
Pasos en la intervención en el 012 ante una crisis
Evaluación del riesgo. En primer lugar, la psicóloga que ha atendido la llamada, evalúa la frecuencia, intensidad y duración de la ideación suicida en base a los tres sistemas de respuesta (conductual, emocional y fisiológico). Aunque no lo verbalice, explora si ha habido un intento fallido previo o si hay planificación del acto suicida.
Ventilación emocional. Procura que la mujer se exprese emocionalmente para descargar tensión y ansiedad. Le pregunta por signos y síntomas tales como: cambios físicos, falta de concentración, disminución del rendimiento, cansancio y estado depresivo que pueden ser consecuencia de los cambios físicos y vitales que puede estar experimentando.
Validación. La profesional también reflexiona con la mujer sobre la maternidad. En este punto se aborda que cada experiencia de maternidad es diferente y que por eso sus emociones son lícitas y normales.
Cuando una persona expresa que quiere suicidarse, realmente lo que quiere expresar es que quiere dejar de sufrir, por lo que es importante, por tanto, hacer entender que realmente lo que quiere es que su sufrimiento finalice y que se le va a ayudar. Esta evaluación va a ser clave para identificar el nivel de gravedad y riesgo, en función de esta premisa se toma decisión de derivar al servicio de emergencia 112.
Irigoyen ha acompañado a numerosas mujeres con un diagnóstico de trastorno mental en su proceso de maternidad. En estos casos es necesario una «buena planificación del embarazo». Esto supone acudir con suficiente antelación a la consulta del psiquiatra para hacer una revisión de los psicofármacos y hacer un ajuste para cambiarlos por otros que pueda tomar durante la gestación y lactancia sin que suponga un riesgo. Durante al menos tres meses tendrán que mantenerse las medidas anticonceptivas para cerciorarse de que la paciente se mantiene estable y no recae. Una vez embarazada, tiene que hacerse un seguimiento muy cuidadoso de su estado de salud mental ante los cambios hormonales que se producen. «Las mujeres que tienen más riesgo de descompensarse tras el parto son las que tienen un trastorno bipolar, una de cada dos se descompensa. Si se hace ese abordaje más cercano, más especializado, se logra que esa descompensación sea de menos intensidad», explica.
Esta especialista subraya que «existe la idea de que los psicofármacos son negativos pero también están los riesgos de no tratar, y de eso no se habla: «El pensamiento suicida va a generar malestar en la mujer, insomnio, ansiedad, poco apetito y esas consecuencias físicas repercuten en el desarrollo del feto y pueden influir en la vida del niño, del adolescente y adulto».
En este sentido, Jorge Javier Osma alude a las consecuencias adversas derivadas del no tratamiento de los trastornos de ansiedad y depresión durante el embarazo y posparto, por ejemplo, sus posibilidad de que los trastornos de ansiedad y depresivos provoquen un parto prematuro, y que el bebé tenga bajo peso al nacer, alteraciones en el vínculo madre-bebé y que con el paso del tiempo presente «más dificultades a nivel emocional y cognitivo», entre otras. No obstante, afirma que aunque esto haya pasado «es posible trabajarlo», también el vínculo se puede seguir creando: «No tiene una mella para toda la vida y es recuperable».
Se requiere de más escucha y formación entre los especialistas que atienden a la mujer pero la labor de prevención del suicidio es una cuestión de «cuidados mutuos» que va más allá de la «bata blanca», asegura Al Halabí. Trasciende lo sanitario y requiere de la implicación de toda la sociedad. Esto supone, a juicio de Jorge Javier Osma, reflexionar sobre qué significa «el sufrimiento mental». Ser capaces de superar ese concepto que lo vincula con la «debilidad, vergüenza, culpa, locura» y entender que «tener un problema de salud mental nos puede pasar a todos, que tiene que ver con no tener recursos suficientes para afrontar el malestar ante situaciones de estrés». Si se «entrena» a todas las personas, niños, adolescentes, adultos, en todos los «contextos posibles» en tener habilidades para «tolerarlo» también será más fácil «validarlo» en el otro y no quitarle importancia («ya pasará», «serán las hormonas») sino tener una escucha y conducta empáticas (No le digas ‘tienes que ir a un especialista’ sino ‘te acompaño, vámonos’).
Para Alma fue vital conocer a otra mujer que había sufrido depresión postparto , que la «entendía» y a la que no «le parecía una loca». La llamaba en aquellos «días interminables» para que su voz le confirmara que aquello que le ocurría o pensamientos que la asaltaban eran normales. «¿Oye, esto pasa verdad?», le preguntaba buscando y consiguiendo mitigar su sufrimiento.
Y «esto», esa falta de control sobre la propia mente, el agotamiento existencial, la sensación de incompetencia, la tristeza infinita…ocurre, efectivamente. Y a quien lo vive ahora le pide Alma que busque profesionales que puedan ayudarla y a otras mujeres con las que hablar, que «no se sienta culpable ni avergonzada». «Haberlo vivido me ha dado tanta fuerza, me ha hecho ser más fuerte, ver las cosas de otra manera, no he agradecido haberlo pasado pero hay un antes y un después, aprecias más las cosas», asegura.
Seis meses duró aquel estado de vacío lleno de angustia, desde noviembre de 2012 a mayo de 2013. Pasado ese tiempo comenzó a sentirse mejor y aunque tuvo alguna recaída y seguía «haciéndose atentados», descubrió con claridad que estaba saliendo de esa oscuridad un día a través de los ojos de su pequeño. Era un bebé «buenísimo», cuenta Alma. Durante el tiempo que su madre estuvo deprimida apenas lloraba y parecía que estaba «esperando». Y ese día llegó para los dos. «Estaba cambiándole y nos enganchamos con la mirada y me sonrió». Y esa conexión que tanto anhelaba, recuerda ahora entre lágrimas de emoción, le hizo sentir que por fin recuperaba su vida.
Este reportaje forma parte del proyecto ‘Once vidas’ impulsado por EL MUNDO para la prevención del suicidio y del que forman parte Santiago Saiz, Yaiza Perera, Rafael Álvarez y Rebeca Yanke.