Este episodio momentáneo de bajada de temperaturas apenas supondrá una tregua, una pausa en una tendencia en la que, según las previsiones, los periodos de calor intenso aumentarán en frecuencia e intensidad, impactando directamente sobre el bienestar. El cambio climático está influyendo ya negativamente sobre la salud de muchas personas, especialmente los más vulnerables, cuyo organismo se adapta peor a los cambios de temperatura.
Los datos son claros. En el verano de 2022, el estío más caluroso en Europa desde que se tienen registros, se produjeron 61.672 muertes prematuras atribuibles al calor en el continente, según un estudio realizado por ISGlobal y publicado el pasado mes de julio en la revista científica Nature Medicine.
En términos absolutos, el país con mayor número de muertes atribuibles al calor a lo largo de todo el verano de 2022 fue Italia, con un total de 18.010 muertes, seguido de España (con 11.324 fallecimientos) y Alemania (con 8.173).
Diferentes estudios epidemiológicos han mostrado que las temperaturas extremadamente altas inciden directamente sobre la mortalidad, principalmente por enfermedades cardiovasculares y respiratorias.
Una temperatura muy elevada puede provocar una respuesta fisiológica insuficiente del sistema termorregulador, así como una pérdida de agua y electrolitos, lo que afecta al funcionamiento de distintos órganos.
Generalmente, una persona sana puede tolerar una variación de su temperatura interna de aproximadamente 3 ºC sin que sus condiciones físicas y mentales se vean alteradas, pero la exposición a temperaturas excesivas puede provocar, principalmente en individuos vulnerables, problemas de salud graves. Además de deshidratación, insolación, calambres o descompensaciones, el golpe de calor es uno de los principales riesgos, ya que puede generar problemas multiorgánicos, convulsiones e incluso coma.
Las personas más vulnerables al golpe de calor son «las personas mayores, los niños, las personas dependientes y aquellas que tengan patologías crónicas o tomen medicación», explica Guadalupe Fontán, coordinadora del Instituto de Investigación del Consejo General de Enfermería, quien detalla que los síntomas del trastorno son «enrojecimiento de la piel, dolor de cabeza, confusión, mareos, náuseas e incluso pérdida de consciencia».
Desde el año 2004 existe en España un Plan Nacional de Actuaciones Preventivas de los Efectos del Exceso de Temperaturas sobre la Salud, cuyo objetivo es reducir los efectos potenciales asociados a las altas temperaturas durante el verano.
Entre otras medidas, el plan fija umbrales de temperatura para cada provincia y señales de alerta que indican el riesgo de un exceso de mortalidad asociado a altas temperaturas.
Según el Ministerio de Sanidad, el riesgo de mortalidad atribuible a las altas temperaturas crece, con una probabilidad del 95%, entre un 9,1% y un 10,7% por cada grado que la temperatura ambiente por encima del umbral establecido para cada provincia. En Asturias, este umbral se fija en los 26ºC mientras que en Córdoba esta cifra es de 41,5 ºC, ya que se tienen en cuenta distintos factores además de lo que marca el termómetro.
Para Jaime Martínez-Urtaza, investigador del Departamento de Genética y Microbiología de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), es importante tener en cuenta que esta bajada de temperaturas que se espera «es puntual porque las temperaturas suben de nuevo el fin de semana».
Esta oscilación de temperaturas no supone ningún riesgo para la salud, explica. «La bajada de temperatura va a ser algo como que las temperaturas vuelvan a niveles muy razonables. En Galicia estamos teniendo oscilaciones de más de 10 grados en un solo día, de 26 a 13 grados, sin que suponga ningún problema que yo conozca. No creo que una situación similar genere problemas reseñables de salud, cuando además se trata de moverse de temperaturas extremas hacia un rango más ‘habitable'», señala.
Lo que sí parece que está claro es que «por primera vez estamos sintiendo que entramos en una fase nueva, que ya hemos llegado a una nueva situación de no retorno donde todo empieza a desencajarse un poco. Y esto coincide con El Niño, bombeando calor y humedad, haciendo que todo sea todavía más notorio», señala. Y concluye: «La combinación calor y humedad es peor incluso que las altas temperaturas por sí solas, ya que hace irrespirable el ambiente y dispara muchos de los ciclos de vectores de patógenos».