Cristina Porta tiene un hijo de 4 años multialérgico, Artai. En un mes se dispone a viajar junto con su otra hija de 7 años y su pareja a Reino Unido, concretamente, a Londres. Ella tiene miedo, miedo porque su hijo es alérgico al huevo, a la leche, al gluten, y a una proteína llamada LTP, que se encuentra en el mundo vegetal, en la piel y la cáscara de alimentos como frutas, frutos secos, semillas, legumbres, cereales y hortalizas. Viajar es un reto para esta familia, pero el miedo no les frena porque han aprendido a convivir con él diariamente.
Llevan un año preparando el viaje. «Desde el primer momento en el que sales de una consulta de Alergología con un diagnóstico de alergia alimentaria, la improvisación se ha acabado para el resto de tus días«. Es muy importante tener todo atado, «aunque el riesgo cero no existe», reconoce.
Cogió los vuelos con suficiente tiempo como para poder avisar a compañía aérea de las condiciones de su hijo. Existen tres tipos de reacciones alérgicas: por ingestión, por inhalación o por contacto. En su caso, hasta el momento, Artai no tiene reacción por inhalación. Cristina y su familia entrarán con anterioridad al resto de pasajeros al avión, para poder limpiar bien el asiento y todo lo que esté al alcance del pequeño, ya que por el contacto de un alimento puede tener una reacción alérgica, y «nunca sabes qué ha comido la persona que estaba antes». Cristina explica que los aviones se limpian por la noche, pero entre vuelo y vuelo no, y por esto ellos deben asegurarse de higienizarlo todo.
Artai también tiene asma severo. «El apartamento lo tengo desde hace nueve meses porque tenía que conseguir uno que no tuviese moqueta, y eso en Londres no es fácil». No solo que no tenga moqueta, sino que tenga farmacia y hospital cerca. Además, Cristina factura una maleta solo con comida apta para él y revisa los supermercados que hay a mano para saber si podrá encontrar en ellos productos fríos libres de los alérgenos. También ha contratado un seguro de viaje, y no cualquiera vale: «Algunos no incluyen las alergias alimenticias».
¿Qué hacer si nos ponemos enfermos (estando de viaje) en el extranjero?
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«Este año el impacto de la alergia ambiental está siendo explosiva. Y todavía puede ir a más»
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En redes sociales se desahoga escribiendo. «A las 4.30 me agobio pensando en cuánto me queda por organizar este último mes. A las 7.00, reflexiono sobre la pequeña crisis de tos del pasado fin de semana por una simple alfombra y lo que supondría eso en la cabina de un avión. A las 12.00, recibo un email con el informe médico en inglés de su alergóloga que permite portar adrenalina y resume su condición alérgica. Me relajo. A las 15.00 tengo decidido llevarme la Thermomix. No hay lugar a dudas. A las 15.30 me sorprendo debatiendo con Artai sobre que quizás sea el momento de salir de su zona de confort y marcharnos sin ella. A las 19.00 le digo a mi marido la de tiempo que vamos a perder en supermercados británicos revisando etiquetado. Y a las 20.00 mientras ceno, me propongo que mientras no me quede dormida revisaré de nuevo mentalmente qué se me puede escapar y cómo tenerlo todo atado».
«Hacer un viaje siempre es una cuestión de planificación, y las personas con alergias exigen una planificación mucho más exhaustiva», expone Ángel Sánchez, presidente de la Asociación Española de Personas con Alergia a Alimentos y Látex (Aeppa). Llevar un informe del alergólogo es una de las cosas imprescindibles para poder acceder al avión con la medicación, y para llevar consigo un resumen del historial clínico: «A poder ser también en inglés». El idioma puede ser uno de los impedimentos para las personas alérgicas. «Es muy importante que se enteren bien de lo que te da alergia».
«Todo esto ha sido nuevo para nosotros», dice la madre. No tenían antecedentes en su familia y el aprendizaje ha sido su as de la baraja. «Supimos que era alérgico a leche y huevo cuando tenía cinco meses. Y con 11 fue la primera vez que le dimos cereales y tuvo un shock anafiláctico. Nadie te prepara para ello. De repente, vi como a mi hijo le hacía falta una segunda adrenalina y se tuvo que solicitar un helicóptero». Desde entonces, Artai siempre va acompañado de sus dos adrenalinas autoinyectables. La madre necesitó apoyo psicológico: «Es la clave para tener la capacidad de normalizar que es nuestra realidad y que se puede vivir así y se puede viajar, pero claro, la improvisación desaparece».
«La anafilaxia es una reacción alérgica grave que se puede producir por el contacto de un alérgeno con un paciente alérgico a este, ya sea un alimento, medicamento, la picadura de insectos como avispas y abejas o el látex. Cualquier alérgeno puede llegar a desencadenar una reacción anafiláctica». Así lo explica David Baquero, alergólogo y miembro de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (Seaic). «Es muy importante informar a tu entorno, ya sean las personas que te acompañan en el viaje o donde te estés quedando, para que sepan cómo tienen que proceder en el caso de que te pase algo».
Se denomina shock anafiláctico cuando hay afectación cardiovascular con caída de la presión arterial. Muchas veces requiere de tratamiento con adrenalina intramuscular para que el paciente se recupere, y una asistencia médica en urgencias y observación por un tiempo. «Por inhalación no suele ser tan habitual, las reacciones graves suelen ser más por la ingesta». Por inhalación se puede tener reacciones también severas como un broncoespasmo (se cierra el bronquio) sobre todo por el vapor de mariscos y pescados. Por contacto «también es difícil que llegue a una anafilaxia», lo que suele surgir es la urticaria (ronchas, hinchazón del parpado…) y precisan de tratamientos con antihistamínicos y corticoides orales.
Desde el primer momento en el que sales de una consulta de Alergología con un diagnóstico de alergia alimentaria, la improvisación se ha acabado para el resto de tus días
«Jamás podré explicar cómo golpea la impotencia al ver que algo tan intrascendente como el trigo consiga en cuestión de minutos llevar a tu hijo de paseo al limbo de la muerte. Comprenderlo cuesta. Asumirlo más», publica la madre. Las muertes por shock anafiláctico son pocas, pero suceden, como ocurrió el pasado marzo con una chica de 17 años alérgica a la proteína de la leche de vaca. «Es muy importante informarse sobre las características del país a dónde vas, y saber cómo puedes adquirir una adrenalina por si necesitas reponerla, porque hay países donde conseguirla puede ser complicado y muy costoso», indica Ángel Sánchez. Cristina no se plantea viajar a países donde no pueda tener una asistencia sanitaria inmediata.
«Más del 1% de la población sufrirá alguna anafilaxia a lo largo de su vida», indica el alergólogo. «Es algo muy variable, haber tenido hoy una reacción leve no significa que mañana no puedas hacer una reacción anafiláctica. No todos los pacientes alérgicos tienen anafilaxia, pero va en aumento». Sufrir una reacción depende de la respuesta inmunitaria. «Cualquier reacción alérgica es potencialmente anafiláctica. Una reacción alérgica sabes cómo empieza, pero no como va a terminar». Baquero explica que las personas multialergias tienen más probabilidad de tener una reacciona alérgica simplemente porque tienen reacción a más alérgenos, «pero no hay un patrón».
Un estudio realizado por el Hospital Fundación Alcorcón (Madrid), indica que unas 113 personas por cada 100.000 habitantes sufren al año una anafilaxia. Actualmente el 30% de población española tiene algún tipo de alergia, y se prevé que en 2050 sea del 50%, según la Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica (EAACI). Para que una persona sea alérgica tiene que haber tres componentes: un componente genético, un componente del mismo huésped y otro ambiental. «El componente ambiental parece que está haciendo que esta prevalencia aumente. La contaminación es un factor que tenemos muy estudiado y que está directamente relacionado con el aumento de la patología alergológica» explica el Baquero.
Alba Quadrado es una joven también multialérgica, que, aunque ha conseguido curar algunas de ellas, aun no puede ingerir pescados, mariscos, frutos secos o huevos, y además es celiaca. Quadrado ha sufrido bastantes shocks anafilácticos: «La última vez el día de mi cumpleaños con una tarta en la que me dijeron que no había ningún alérgeno, pero resulta que sí, que tenía huevo montado y acabé en el hospital». Para las personas multialérgicas comer fuera de casa puede ser un riesgo: «El restaurante te puede decir que no va a pasar nada, pero el factor humano siempre está ahí y puede haber errores. Es un acto también de fe, pero es eso, o no vives».
Durante unos meses ha vivido en Australia y acaba de volver. Para ella uno de los primeros pasos es conocer los reglamentos de los países a los que se viaja. En 2014 entró en vigor el Reglamento de la UE de información al consumidor, que ha introducido cambios en la información que deben proporcionar los operadores alimentarios a sus clientes, y hay 14 alérgenos que deben declararse cuando se utilizan como ingredientes.
Jamás podré explicar cómo golpea la impotencia al ver que algo tan intrascendente como el trigo consiga en cuestión de minutos llevar a tu hijo de paseo al limbo de la muerte. Comprenderlo cuesta. Asumirlo más
«No es lo mismo irte a un país asiático subdesarrollado, que irte un país europeo que se rige por la misma legislación, o bien irte Australia, que, aunque esté desarrollado, tiene una legislación completamente distinta». Saber qué se está comiendo no siempre depende de uno mismo, por ello son importantes los reglamentos para poder reconocer lo ingredientes. «Depender de terceros te puede causar mucho estrés y que no disfrutes el viaje», señala. La joven cuenta que hay muchos sitios a los que le gustaría viajar: «Cuando estaba en Australia mi sueño era ir por el sureste asiático, pero todavía me da bastante respeto. Quiero ir en algún momento como reto y demostrarme que a pesar de todo sí se puede».
A la vuelta de Australia, tuvo dos vuelos, uno de 15 horas y el otro de ocho. En la solicitud del menú eligió el vegano, «ya que no hacen menús adaptados a los alérgicos». La joven cuenta que debió haber un error en su petición y no tenían comida para ella: «Si no llega a ser porque siempre llevo comida encima, me quedo todas estas horas sin comer».
La contaminación cruzada es otra de las desventajas a tener en cuenta. Por ejemplo, si apoyan un ingrediente donde antes ha estado un pescado, en el caso de Alba Quadrado, le provocará una reacción alérgica. O si cocinan con un mismo utensilio en una misma sartén.Cristiana Porta explica que «con tantas alergias es muy difícil controlar la contaminación cruzada en una cocina». «Nosotros nunca vamos a comer fuera a no ser que sean a los dos restaurantes que siempre nos hacen la comida en una sartén aparte, pero te puedo decir que vamos una vez al año. Cuando salimos a comer fuera el niño siempre lleva su propio táper».
«Entender que las alergias no sólo son una amenaza presente en los alimentos es una de las asignaturas pendientes en esta sociedad. Los alérgenos están en mil situaciones imperceptibles para aquellos y aquellas que no están acostumbrados a convivir con ellas».Cristina se sigue replanteado si viajar con su pequeño es buena idea. «Es pensar en ello y millones de ‘y si…’ galopan en mi cabeza, pero me digo: Hazlo, y si te da miedo, hazlo con miedo». Todo es por mi pequeño: «Le tengo que demostrar que puede viajar».