El control de las enfermedades transmitidas por mosquitos puede entrar en un escenario incierto en los próximos años por el cambio climático. Patologías como la malaria, el dengue y el virus zika, que ya afectan a millones de personas, pueden expandir su radio de acción, espoleadas por las altas temperaturas, que no solo contribuyen a ampliar la diseminación de los vectores de transmisión, sino que también dificultan algunas de las estrategias diseñadas para su control.
Una de las tecnologías que se han desarrollado para intentar frenar la expansión de estas enfermedades emergentes pasa por utilizar la bacteria Wolbachia pipiens, que bloquea la infección y transmisión de varios patógenos. Hasta ahora múltiples cepas de la bacteria Wolbachia ya se han transferido a varias especies de mosquitos Aedes y se han sometido a pruebas en América Latina, Asia y Oceanía, principalmente con la cepa de la bacteria wMel. Sin embargo, el escudo que proporciona wMel puede perder su efectividad debido al estrés por calor, como demuestran en un estudio un grupo de investigadores de la Universidad de California. El trabajo que publica Nature Climate Change plantea que, a corto plazo, los escenarios cada vez más frecuentes de olas de calor elevadas podrían reducir la eficacia de wMel.
Todo lo que debes saber sobre los mosquitos y sus repelentes
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¿Por qué una bacteria para frenar a los mosquitos? Desde la agencia nacional de salud pública de EEUU, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, se explica que Wolbachia es un tipo de bacteria común que se halla en los insectos. Cerca de seis de cada 10 de todos los tipos de insectos del mundo, tales como abejas, escarabajos, y mariposas portan este patógeno de forma natural.
La ventaja que los investigadores encontraron en la bacteria es que no puede provocar enfermedades en otros seres vivos. En los EEUU, el empleo de mosquitos con Wolbachia es regulado por la Agencia de Protección Ambiental (EPA). Antes de la liberación de mosquitos con la bacteria en un área, la EPA debe conceder un permiso para uso experimental (EUP, por sus siglas en inglés).
En Europa también se emplea ese biocida natural para combatir los riesgos del asentamiento de mosquitos transmisores de enfermedades. Un ejemplo en España lo recoge Revista Española de Salud Pública, en un número reciente. Aquí se detalla la presencia de Aedes albopictus, de alto impacto sanitario y social, detectada en Valencia en 2015 y el uso de herramientas innovadoras para su control incluyen el uso de la bacteria endosimbiótica Wolbachia pipientis.
En el trabajo que ahora publica la revista del grupo Nature, Váleri Vásquez y sus compañeros del Departamento de Ingeniería Eléctrica y Ciencias de la Computación han integrado en un modelo de dinámica de población de mosquitos con datos sobre cómo la temperatura afecta a wMel en un entorno de laboratorio junto a proyecciones de la gravedad de futuras olas de calor en diferentes escenarios. Para ello han elegido Cairns, Australia y la ciudad de Nha Trang, en Vietnam, donde se habían llevado a cabo con éxito pruebas de campo en el empleo de este biocida. En ambas localizaciones realizaron simulaciones de intervenciones empleando proyecciones climáticas de la Fase 5 del Proyecto de Intercomparación de Modelos Acoplados y registros históricos de temperatura de esas zonas.
El resultado del análisis mostró que, aunque la tecnología se muestra robusta frente al cambio climático proyectado a corto plazo (2030), el futuro es menos halagüeño y existe una vulnerabilidad potencial de la tecnología wMel bajo la alta variabilidad de la temperatura y el cambio climático que se espera en las décadas venideras. Los autores proyectan que las olas de calor en la década de 2050 pueden durar más (un promedio de 24 días), lo que tiene un efecto negativo en wMel. De cualquier manera, la investigadora indica que hacen falta más estudios para delimitar con exactitud los umbrales de wMel.