A la lista de moléculas prometedoras para alcanzar un envejecimiento saludable debe unirse el harmol, un compuesto presente en alimentos como el café.
Un nuevo estudio en líneas celulares y modelos animales sugiere que la sustancia puede alargar la esperanza de vida, reducir la fragilidad asociada a la edad y mejorar distintos parámetros metabólicos relacionados con la calidad de vida durante el envejecimiento. Los detalles de la investigación se publican en el último número de la revista Nature Communications.
Liderado por investigadores del Instituto Madrileño de Estudios Avanzados en Alimentación, IMDEA Alimentación, con la participación del Instituto de Investigación Sanitaria INCLIVA de Valencia, el trabajo es el primero que evidencia estos beneficios.
«Hasta ahora no se conocían estas propiedades del compuesto. Es un ejemplo de todos los compuestos con propiedades interesantes que quedan aún por descubrir y desarrollar», confirma Pablo Fernández Marcos, responsable del Grupo de Síndrome Metabólico Biopromet del IMDEA Alimentacion, e investigador principal de este trabajo.

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El científico indica los pasos que se han llevado en esta investigación. «Primero probamos el harmol en células en cultivo, para reducir el uso de animales lo más posible, donde describimos sus propiedades moleculares y cómo funciona dentro de la célula. Posteriormente, se experimentó en modelos de invertebrados (moscas y gusanos), con tiempos de vida muy cortos, de alrededor de 1 mes, en lo que comprobamos que alargaba la vida de estos animales».
Finalmente, en modelos de ratón, observaron que el harmol protegía de la diabetes provocada por obesidad (la tipo 2), y que ratones muy viejos tratados con harmol mostraban una protección sorprendente de la fragilidad muscular, un problema muy serio en las personas mayores».
El harmol -un compuesto de la familia de las betacarbolinas conocidas por sus efectos neurológicos-, mejora la función del músculo esquelético y parámetros metabólicos asociados con la calidad de vida durante el envejecimiento.
El tratamiento con este compuesto, además de extender la esperanza de vida en los dos modelos de invertebrados, mejoró, tal y como adelantaba Fernández Marcos, la tolerancia a la glucosa, la sensibilidad a la insulina y la acumulación de lípidos hepáticos en un modelo de prediabetes. Entre los cambios a nivel neuromuscular, se ha constatado una reducción muy significativa en la fragilidad en animales viejos tratados.
Sobre las potenciales implicaciones beneficiosas del harmol para la población general y más especialmente para ancianos, el investigador de IMDEA Alimentación explica que el producto descrito es «natural y presente en el café y otros alimentos. Sin embargo, no hemos estudiado los alimentos en sí sino el producto puro. No sabemos bien si las cantidades presentes en los alimentos pueden activar estos procesos saludables o si, por el contrato, hacen falta cantidades más altas. Aún queda mucho por estudiar. Por otro lado, este trabajo es un granito de arena más para afianzar el concepto de que mantener la mitocondria saludable a lo largo de la vida es una buena estrategia contra el envejecimiento».
El secreto: mantener las mitocondrias saludables
El harmol, como otras betacarbolinas, está presente en muchos alimentos incluyendo los granos de café, carnes, pescados o cereales, así como en las hojas de tabaco. A las dosis utilizadas en el estudio, el harmol no mostró ninguna toxicidad y muy escasos efectos sobre el sistema nervioso central, en concordancia con su escasa capacidad para cruzar la barrera hematoencefálica y, por tanto, alcanzar el cerebro.
En la investigación se señala que el envejecimiento muscular está asociado a un colapso energético que se explica por una alteración en la mitocondria, uno de los componentes celulares más relevantes, puesto que es el principal responsable de la producción de energía de las células. La disfunción mitocondrial ocasiona la aparición y progresión del deterioro funcional asociado a la sarcopenia o pérdida de masa y potencia muscular que ocurre durante el envejecimiento, y al síndrome geriátrico de la fragilidad, que afecta a más del 33% de la población mayor de 80 años.
Un anciano frágil, frente a uno robusto, tiene más probabilidades de acabar siendo dependiente y se fatiga con más facilidad que una persona joven, entre otras cosas, porque sus mitocondrias dejan de ser funcionales, pierden la capacidad de producir energía.
La disfunción mitocondrial asociada a la edad puede modularse a través de diferentes intervenciones dirigidas a mantener las mitocondrias en buenas condiciones. Estas estrategias se basan en la inducción de un estrés mitocondrial leve que desencadena una respuesta compensatoria coordinada entre el núcleo y las mitocondrias, lo que da como resultado una mejora en la función mitocondrial
Fernández Marcos explica que en el trabajo describen al harmol como un mitohormético: un compuesto que provoca un estrés moderado en la mitocondria, que inicialmente la daña ligeramente. Este estrés moderado desencadena unas respuestas de toda la célula que, en un medio plazo, hace que la mitocondria sea más resistente y funcione mejor. Es el mecanismo que siguen el ejercicio o la restricción calórica. Cuando estos estímulos se repiten en el tiempo, el organismo consigue tener unas mitocondrias saludables».
Luis Filipe Costa-Machado, del IMDEA Alimentación, comenta además otro aspecto interesante del estudio: se ha descubierto que este efecto de mejora mitocondrial «lo llevan a cabo las células mediante mecanismos parecidos a los que nos hacen sentir más felices, ya que comparten las mismas proteínas diana. Esto abre un campo de investigación interesante sobre la asociación entre el estado psicológico y el envejecimiento».
Partiendo de los hallazgos sobre el harmol una de las incógnitas es si es posible conseguir a través de la alimentación sustancias que permitan envejecimiento fisiológico saludable. Para Fernández Marcos, en todos los organismos que se conocen, la forma más efectiva de conseguir un envejecimiento saludable es la restricción calórica. Se trata de seguir una dieta variada con todos los nutrientes esenciales; pero consumir menos calorías de las consideradas ‘normales’.
«Esto desencadena una gran variedad de procesos saludables para el envejecimiento: entre otras cosas, hace que no se acumule grasa en los tejidos, que las mitocondrias se mantengan fuertes, o que se active un mecanismo de limpieza celular llamados autofagia. Es decir: no comer demasiado nos ayuda a envejecer mejor».