Además de ser otra de las tendencias que lo petan en TikTok, SIBO corresponde a las siglas de Small Intestinal Bacterial Overgrowht, que podríamos traducir como «sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado».
Las personas con SIBO tienen más bacterias de lo normal en el intestino delgado. Bacterias que andan desubicadas porque, aunque su hábitat natural es el colon, se han quedado ahí «atrapadas» por distintos motivos. Y como suele ser habitual, tan importante como la cantidad es la calidad. Hay algunas bacterias especialmente «puñeteras» como E. coli o K. pneumoniae.
SIBO: los riesgos de autodiagnosticarse el trastorno de moda en redes
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Estas bacterias, mientras ven la vida pasar en el intestino delgado, fermentan los hidratos de carbono que van llegando con la comida. «Fermentar» quiere decir que las bacterias se zampan los azúcares y, a cambio, fabrican otros compuestos y se tiran una especie de pedetes. Este «exceso de gas» que se genera en el intestino delgado (donde no toca que haya bacterias tirándose pedetes) da lugar a síntomas comunes que vienen y van, como hinchazón, dolor abdominal, diarrea, gases y náuseas. También hay síntomas asociados más graves como la pérdida de peso y la malabsorción, que como su nombre indica es la dificultad para absorber nutrientes con sus posibles déficits nutricionales asociados.
¿Por qué aparece el SIBO?
El intestino delgado tiene muchos mecanismos de defensa para que las bacterias no acampen allí. Por ejemplo, el propio movimiento del tracto digestivo que las «empuja» hacia adelante, los ácidos gástricos que crean un ambiente hostil a las bacterias o la válvula ileocecal, que actúa como una compuerta impidiendo que el contenido fecal del colon vuelva hacia atrás.
Cuando estos mecanismos fallan, las bacterias pasan más tiempo en el intestino delgado, tienen más tiempo para crecer y aquello se convierte en un caldo de cultivo. Y es que en un río en el que el agua fluye crecerá menos porquería que en un lugar donde las aguas están estancadas. Algunos motivos por los que estos mecanismos de defensa fallan pueden ser alteraciones en la anatomía (por cirugías, obstrucciones…), problemas que alteran la motilidad (síndrome de intestino irritable, fármacos) o problemas que alteran el pH del tubo digestivo (fármacos).
Los tres retos del SIBO
Tener SIBO es tendencia y precisamente por ello también tiene su lado oscuro:
- El diagnóstico. Existe una gran preocupación dentro del sector sanitario por el «autodianóstico» y «sobrediagnóstico» de SIBO. Esto se debe en gran parte a la desinformación en redes sociales donde podemos encontrar cientos de testimonios de «supuestos» pacientes. Los kits de autodiagnóstico «a domicilio» que se venden online pueden ser una herramienta para tener en consideración, pero también son un arma de doble filo ya que es una enfermedad difícil de diagnosticar, incluso para los propios médicos. Existen enfermedades con síntomas comunes como la celiaquía o el síndrome de intestino irritable y es necesario que un profesional sanitario haga una valoración completa para poder realizar un diagnóstico diferencial.
- · El tratamiento. El antibiótico, que es capaz de aniquilar a las «bacterias malas», es el arma clave. Sin embargo, si el SIBO no está correctamente diagnosticado, usar antibiótico puede alterar la microbiota y será peor el remedio que la enfermedad. El objetivo de la famosa dieta baja en FODMAP (baja en algunos tipos de azúcares que se encuentran en las frutas, verduras, legumbres o frutos secos) es evitar los alimentos favoritos de las bacterias que acampan en el intestino delgado. Si les quitamos la comida ya no pueden producir las flatulencias. Es importante saber que la dieta FODMAP ayuda a mejorar los síntomas pero el SIBO no se curará sin antibióticos.
- · La comunicación. Gracias a las redes sociales tener SIBO se ha convertido en tendencia y en una especie de justificación para muchos de nuestros males. Aunque es humano querer etiquetar nuestras dolencias, la presencia de gases y flatulencias puede tener múltiples orígenes. Nos encontramos ante un problema difícil de diagnosticar y de tratar. Si nuestros médicos sudan tinta para poder hacer ambas cosas, sería muy osado por nuestra parte pensar que podemos hacerlo nosotros con un test casero o porque nos sentimos identificados con los síntomas que nos describe un influencer que anuncia probióticos con su código de descuento.