Lleva dos meses deseando que llegue este día, pero al recibir la noticia Vanessa Alzamora no puede ocultar el miedo, el vértigo que siente al dejar el hospital. Su hija Paola, que nació prematura, con poco más de 29 semanas de gestación y apenas 1.120 gramos de peso, acaba de recibir el alta. Se irán a casa hoy, bajo la supervisión de una hospitalización domiciliaria. Y en su pecho la alegría se mezcla con la inquietud. «En casa no vamos a tener los monitores, todos los aparatos que aquí controlan cómo está. Nos vamos porque ya no necesita estar aquí y estoy feliz pero no puedo evitar la preocupación», asegura Alzamora, de 34 años, que lleva meses viviendo una auténtica montaña rusa de emociones.
«Paola es una niña muy deseada. Llevábamos dos años intentando tener un bebé sin conseguirlo y una semana antes de iniciar el proceso de la reproducción asistida me quedé embarazada de manera natural», recuerda. Todo iba bien pero cuando todavía no iba por las 26 semanas de gestación, tras volver de un viaje a su Colombia natal para visitar a su padre enfermo, esta psicóloga de profesión empezó a sangrar y a sufrir contracciones. «Me ingresaron. Pasé mucho miedo. Estaba asustadísima porque sabía que Paola era todavía muy pequeña. ¡Si es que todavía me quedaban más de tres meses de embarazo!», asegura, conmovida.
Pese a que los médicos intentaron por todos los medios retrasar el alumbramiento, el pasado 22 de septiembre, con 29 semanas y un día de gestación, finalmente la pequeña nació. Pesaba poco más que un paquete de azúcar y estaba muy vulnerable por lo que fue directamente a la UCI neonatal del Hospital La Paz de Madrid.
«Fue muy duro. Primero por verla tan pequeña, con cables y monitores por todas partes. Pero es que además en sus primeros días de vida Paola tuvo un problema muy grave, una enterocolitis que afortunadamente superó. Y también dos infecciones en las vías, que además le provocaban que no quisiese comer, con lo que no engordaba y complicaba aún más la situación. Fue terrible», recuerda Alzamora a quien le reconfortó en esos primeros días mucho practicar lo que se denomina ‘método canguro’: colocar piel con piel a la madre y al recién nacido, lo que tiene múltiples beneficios. Desde mejorar la regulación de la temperatura corporal a favorecer el desarrollo neurocognitivo del bebé. «Paola estuvo en canguro a las 24 horas de nacer. Además de ayudarla a ella, te sirve a ti como madre para estar más tranquila. Y saber que eso contribuye a su bienestar también es un consuelo».
La pequeña Paola se recuperó y está bien, lista para irse a su casa, pero el camino ha sido -y sigue- siendo complicado, destaca su madre. «Hacía tiempo que no me pasaba, pero hace unos días volví a llorar», confiesa. «A Paola le pusieron las vacunas de los dos meses y le subió un poco la fiebre. Yo sé que está bien. Que está bien cuidada. Y nosotros, tanto su padre como yo, podemos estar con ella todo el tiempo. Nos quedamos con ella en el hospital, todos los días, de nueve a dos y de tres a ocho por la tarde, pero irme ese día a casa sin ella me rompió. Vas por la calle y solo ves carritos. Y tu bebé está en el hospital», musita.
El nacimiento de un hijo prematuro y su ingreso en una unidad de cuidados intensivos neonatales (UCIN) puede generar, por todo lo que lleva aparejado, sentimientos de conmoción, culpa, miedo, tristeza e impotencia en los padres. De hecho, no es infrecuente la aparición de problemas de salud mental en los progenitores que pasan por esta situación, tal y como ha puesto de manifiesto un reciente estudio llevado a cabo por la Fundación NeNe, una organización sin ánimo de lucro cuyo principal objetivo es la formación, investigación y divulgación de los problemas neurológicos del recién nacido. Según los datos del trabajo, las madres de bebés prematuros presentan problemas como ansiedad, depresión y estrés postraumático en una proporción mucho más elevada que la que se da entre las madres de niños nacidos tras una gestación completa.
LA UCI NEONATAL MULTIPLICA LOS CASOS
«En niños a término, hasta un 18% de las madres tienen depresión, según han señalado diferentes estudios. Pero esos porcentajes son mucho más elevados en madres de niños prematuros que necesitan ingreso en la UCI neonatal. En nuestro estudio, realizado en madres de niños muy prematuros, de menos de 1.500 gramos que ingresaron en la UCIN, vimos que de esas madres hasta el 42% tenían ansiedad, un 38% tenían depresión y hasta un 45% tenían síntomas de estrés postraumático. Son cifras muy elevadas. Muestran que casi la mitad de las madres tienen problemas que van desde afectación más o menos leve hasta trastornos graves del estado emocional que incluso pueden persistir más allá de los seis meses», apunta Simón Lubián, neonatólogo, jefe del servicio de Pediatría del Hospital Puerta del Mar de Cádiz y vicepresidente de la Fundación NeNe, que subraya que esos problemas, además de afectar a las madres, «también pueden tener un impacto en el desarrollo del bebé» pese a lo que «no reciben la atención que merecen».
«No son muchas las unidades de cuidados intensivos neonatales en España que cuentan con programas de detección precoz y de seguimiento de estos problemas de salud mental», señala Lubián, que considera clave que este recurso esté disponible de forma generalizada.
Vanessa Alzamora está de acuerdo en que contar con la posibilidad de un apoyo psicológico cuando se pasa por un trance como el ingreso de un hijo prematuro en una UCI neonatal sería de gran ayuda. «Yo pude hablar con una psicóloga antes de que Paola naciera, que validó lo que yo estaba sintiendo, que no era lo que yo esperaba en el embarazo y me ayudó a afrontar la situación. Además, yo soy psicóloga y mi marido es médico, lo que nos dio herramientas para comprender el proceso. Pero no todas las familias están en la misma situación y pasas por momentos muy complicados. Porque además también ves situaciones muy duras a tu alrededor. Estás rodeada de mucho dolor, de familias que ya conoces. Hay niños que no lo logran y eso también te duele y te impacta mucho como padre. Contar con un apoyo psicológico que además pueda detectar si hay problemas graves sería fundamental», señala Alzamora.
Lubián explica que en el postparto es frecuente la aparición de una forma leve de síndrome depresivo, descrito como tristeza o melancolía postparto, lo que se conoce en inglés como baby blues. Sin embargo, ese estado de melancolía «puede agravarse y convertirse en una depresión postparto» de forma más acuciada en los padres de niños prematuros. En estos casos, explica el especialista, además de todas las circunstancias que rodean el nacimiento y la preocupación natural de los padres, se produce también un choque entre las expectativas creadas sobre cómo iba a ser el embarazo, el parto y la llegada del bebé con la realidad.
«La imagen idealizada, en la que todos pensamos, es la de un niño de 3 kg que se parece al padre o a la madre. Cuando nace un niño prematuro, que es totalmente inmaduro, que está en una situación de vulnerabilidad muy grande, y está rodeado de cables y aparatos para mantenerlo con vida se produce un proceso de adaptación, de duelo por la pérdida de esa imagen idealizada y de aceptación de la realidad que a muchas personas les supone la aparición de trastornos emocionales. Y en algunos casos para superarlos van a necesitar ayuda profesional», explica el neonatólogo.
Detectar de manera precoz esos casos es fundamental ya que los síntomas depresivos pueden interferir en la capacidad de los progenitores para estar emocionalmente disponibles y ser sensibles a las necesidades del recién nacido, lo que puede afectar al desarrollo del bebé», destaca. «Desde la Fundación NeNe instamos a que se implanten en las unidades de neonatología programas de identificación precoz de problemas de salud mental en las madres de todos los prematuros, y que se posibilite el tratamiento y seguimiento psicológico de las madres con estos problemas», destaca Lubián.
Según explica, para implantar estos protocolos que ya funcionan en centros como el suyo, lo ideal es que las enfermeras, que son las que tienen un contacto más estrecho con los padres, se formen para poder detectar de forma precoz estos trastornos. «Estas estrategias de cribado permiten identificar los casos que necesitan asistencia para que puedan ser derivados a un profesional que los pueda tratar. Son protocolos que se pueden implantar y que pensamos que pueden mejorar el neurodesarrollo de los niños, además de que se han demostrado eficaces a la hora de mejorar la calidad de vida del niño y de los padres».
Los nacimientos de niños prematuros, aquellos que nacen antes de la semana 37 de gestación, están aumentando. Según las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2020 nacieron antes de tiempo 13,4 millones de niños, lo que equivale a «más de uno de cada 10 nacimientos». En España, según datos de la Fundación NeNE, nacen cada año unos 20.000 niños de forma prematura, una cifra muy superior a la de hace unas décadas, sobre todo por la mayor viabilidad de los grandes prematuros (según los criterios de la OMS se considera prematuros extremos a los bebés nacidos antes de la semana 28 de gestación).
Hasta hace muy pocos años, se consideraba imposible que un bebé pudiera sobrevivir si llegaba al mundo antes de las 24 semanas de gestación. Sin embargo, «hoy en día están saliendo adelante niños de 23 semanas, con apenas 450 gramos de peso y un gran estado de inmadurez que están expuestos a muchas posibilidades de secuelas. Hoy en día el reto que tiene la Neonatología es disminuir la secuelas que estos niños pueden tener por haber nacido antes y por haber estado sometidos a muchos tratamientos en las unidades de cuidados intensivos neonatales», señala Lubián.
Afortunadamente, los pulmones de Paola se habían desarrollado perfectamente antes de su nacimiento, así que no tendrá que someterse a las revisiones de Neumología que son frecuentes en los prematuros. Aún así, durante un tiempo tendrá que volver periódicamente al hospital para chequeos cardiológicos o neurológicos, también habituales en niños que nacen antes de tiempo.
Pero lo primero hoy es llegar a casa y conocer al resto de la familia, que no la esperaba hasta el próximo 7 de diciembre. «Nos pilló tan de sorpresa todo que ni siquiera habíamos comprado todavía muchas de las cosas típicas que se necesitan para un bebé», señala Alzamora, que está deseando poder pasear con su niña, igual que hacen las madres con carrito que ve todos los días camino del hospital.