El tabú de la muerte en el que vivimos desde unos años hace que evitemos ‘mentar a la bicha’. Eso en un país lleno de tradiciones, fiestas y folclore relacionados de forma directa con La Parca.
Hablamos con Montse Esquerda, pediatra, psicóloga y autora del libro Hablar de la muerte para vivir y morir mejor (Alienta), Jesús Callejo, escritor del libro He visto cosas que no creerías (La Esfera de los Libros), director del podcast La escóbula de la bruja e investigador incansable de tradiciones y leyendas de nuestro país; y con Jesús Pozo, director de la revista Adiós y autor de libros como De cuerpo presente y Aquella España nuestra, ambos de La Esfera.
Transcripción del podcast:
Daniel Izeddin:
Y, volviéndose a Sancho, le dijo:
-Perdóname, amigo, de la ocasión que te he dado de parecer loco como yo, haciéndote caer en el error en que yo he caído de que hubo y hay caballeros andantes en el mundo.
-¡Ay! -respondió Sancho llorando-. No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie le mate ni otras manos le acaben que las de la melancolía.
Hola. ¿Cómo estáis? Me llamo Daniel Izeddin, soy periodista de El Mundo y me he encargado de montar este podcast que estáis a punto de escuchar.
Al menos debéis saber las consecuencias.
Habéis visto que se titula ‘¡No menciones a la muerte!’, ¿verdad?
Pues os advierto que incumple la orden desde el principio.
Me he colado aquí, porque mis compañeras Cristina y Virginia se han empeñado en hablar de la muerte, con la mala suerte que da eso…
Ya no puedo evitarlo. Lo hecho, hecho está. Pero he invocado a Cervantes para ver si con la cita literaria despisto a la Parca y se centra en la muerte del Hidalgo.
Porque lo habrás reconocido, claro. El fragmento que leí antes está en el final de El Quijote.
A Alonso Quijano le vuelve la cordura cuando ve próxima su muerte. Hace testamento y le dan los sacramentos.
M-U-E-R-T-E.
¡Qué peligro lo de mentar a la bicha!
Virginia Hernández.- Dani, ¿qué haces?
D.- Nada. Estoy hablando con los oyentes. Solo les aviso de los riesgos que corren al escuchar vuestro podcast. Que al menos estén informados.
V.- ¡Anda! Pero si al final la muerte también nos da a todos algo de morbo. Tenemos que reconocerlo. Es un tabú que nos da morbo.
D.- Ya. Si toca muy lejos y la vemos en una serie o en una película. A una buena distancia.
Porque ahí son otros los que se mueren.
Porque de nuestra muerte, mejor ni hablar…
Que, dicen por ahí, que si hablas de ella se presenta…
V.- Sí, claro. Como Bitelchús.
No me he presentado. Soy Virginia Hernández, compañera de Dani en El Mundo y responsable de los especiales de este periódico.
Mi compañera Cristina Lucio, de la sección de Salud, y yo hemos hecho un especial sobre los asuntos que deberíamos tener listos antes de morir… Porque, aunque todos nos creemos eternos, ninguno sabemos cuál será nuestra fecha de defunción.
Puedes encontrar el enlace del especial en la descripción de este podcast.
Cristina G. Lucio.- Sí. Pero con este podcast nos hemos planteado un reto diferente.
Queremos buscar respuestas, con la ayuda de varios expertos, a cuándo y por qué dejamos de tener tan presente la muerte.
Cuándo dejamos de escuchar el ‘memento mori’ romano. Ese ‘recuerda que eres mortal’.
¿Qué ha ocurrido en este país, que hemos pasado de guardar lutos eternos a pasar página de la manera más aséptica posible?
Yo soy asturiana, de un pequeño pueblo cerca de Gijón que se llama Antromero. Recuerdo que no hace tanto tiempo todavía era bastante común que las familias de una persona fallecida recibieran en casa muchas visitas, incluso pusieran comida y bebida para todos. También era muy habitual que la familia de un fallecido visitara a menudo el cementerio, llevando flores casi cada semana y cuidando mucho las lápidas del recién fallecido y de toda la familia.
V.- Sí, todavía en muchos pueblos tocan a muerto. Mi marido es de un pueblo de Salamanca, Aldeadávila de la Ribera, en las Arribes del Duero. Todavía, cuando suenan las campanas, mi suegra sabe distinguir por los toques si ha muerto una mujer o un hombre. Y cuenta también que antes se tocaba cuando moría un niño.
Montse Esquerda es pediatra, psicóloga y dirige el Instituto Borja de Bioética de la Universidad Ramón Llull en Lleida.
Es autora del libro ‘Hablar de la muerte para vivir y morir mejor’ y es experta en duelo.
Ella prefiere evitar la palabra ‘tabú’ para describir el pudor que nos da hablar de estas cosas. Opina que ‘tabú’ aleja la muerte todavía más de nosotros.
Montse Esquerda: Tabú es una palabra… Es muy curiosa. Uno de los exploradores de las Islas Vírgenes, de Polinesia, utilizó esta palabra porque era aquello que estaba prohibido hablar. Tabú. Y de hecho es lo que en una cultura no se puede compartir en voz alta porque da vergüenza, porque da miedo, porque es vergonzoso, que no se explica a los niños.
Y sí que es verdad que la muerte hoy en día tiene una parte de ese componente de tabú, pero la gran mayoría de los que tenemos cierta edad podemos recordar cómo nuestra sociedad vivía de forma distinta la muerte, que no es algo que esté incorporado en nuestra sociedad, es algo que ha pasado en muy pocas décadas.
Por eso me gusta hablar más de ‘desculturización’, porque en estas décadas hemos perdido aquellos elementos culturales que nos ayudaban a lidiar con la muerte.
Es verdad que en muy pocas décadas han pasado muchas cosas. Hemos cambiado de una sociedad de código único, en que todos suponíamos que pensábamos igual, a una de código múltiple, ha habido muchos fenómenos sociales, biomédicos, que han producido este cambio.
Los ritos yo creo que es acercarnos al lenguaje de aquello que no tiene palabras. Hay una parte del ser humano que nos acerca al misterio y le podemos poner muchos apellidos a este misterio. Le podemos dar respuestas más creenciales, espirituales, religiosas…
Pero, queramos o no, el rito tiene una parte que evidentemente contacta con las creencias, pero tiene una parte que es valiosa por sí mismo, porque intenta expresar en el ser humano aquello que a veces cuesta expresar con palabras.
De hecho, la muerte es privada, pero la mortalidad es pública. Porque de hecho gran parte de la muerte no es mi muerte, es la muerte de los que quiero. Y eso requiere sociedad. Es público, pertenece a la plaza pública, porque tú has formado parte de una sociedad, has sido miembro. Y ese adiós es público.
Los entierros es la única ceremonia que podemos ir sin estar invitados. Uno no va a un bautizo si no lo invitan o a una boda.
¿Por qué? Porque ese componente social aún lo necesitamos. Como colectividad, decimos adiós a alguien de los nuestros. Y el hecho de que hayamos convertido cada vez más la muerte en un tema privado, no nos ayuda a esto, si somos seres que estamos socialmente construidos.
C.- Cuántas tradiciones hay en nuestro país relacionadas con la muerte.
Por ejemplo, yo he oído decir muchísimas veces que escuchar a los perros aullar o el que una lechuza estuviera varios días rondando tu casa era un signo claro de malos augurios, como un anuncio de que alguien cercano iba a morir.
En algunos pueblos marineros de Asturias también había la superstición de que no había que salir a faenar el día de difuntos porque lo que único que ibas a pescar eran huesos de muertos en el mar.
Eso en Asturias, pero nuestros vecinos gallegos sí que tienen una barbaridad de tradiciones y supersticiones relacionadas con la muerte…
V.- Es cierto. Hablé con Jesús Callejo para indagar en estas celebraciones. Jesús es autor del libro ‘He visto cosas que no creerías’, director del podcast ‘La escóbula de la bruja’ e investigador incansable de tradiciones y leyendas de nuestro país.
Para escucharlo, si te parece, Cris, vamos a ponernos en situación.
Imaginemos que estamos sentadas en un fuego, que en estas historias también hay mucha tradición de relato oral…
C.- Venga, me parece buena idea. Yo ya siento el calor en las manos.
Jesús Callejo.- En Galicia hay una localidad que se llama San Andrés de Teixido, que está en la zona de A Coruña, la zona costera, y hay una tradición que dice que en San Andrés de Teixido «el que va de muerto es porque no fue de vivo».
Hay una tradición ahí de que tienes que ir en peregrinaje a hacer tus honores a San Andrés, con la rivalidad con Santiago Apóstol, porque allí es donde tienes que encontrar una serie de elementos para que tu vida tenga significado.
Hay todo un ritual muy curioso asociado además a los miradouros, que hay que colocar una piedra que tiene que ver con la Cruz do Ferro, los caminantes del Camino de Santiago, del Camino Jacobeo.
Sabes que cuando llegan a la cruz de Ferro depositan una piedra, muchas veces se dice que es porque depositas un deseo, otras veces porque dejas todos los males y todos los problemas los dejas atrás.
Pero otras veces la piedra está simbolizando a ese peregrino que no ha podido hacer ese camino. Y la piedra, pues bueno, de alguna forma es como que ha depositado un poco ese recuerdo.
Bueno, todo esto tiene que ver también, ya digo, con ese concepto de que la muerte es algo que está muy cerca de nosotros y, por lo tanto, cuanto más cerca está de nosotros, menos miedo hay que tenerle.
Seguimos en Galicia. Hay una romería muy llamativa que es la de Santa Marta de Ribarteme, que se hace cada 29 de julio.
En Santa Marta de Ribarteme, no se hace el Día de Difuntos, es en julio, ni más ni menos que en verano. ¿Por qué? Porque se conmemora la festividad de Santa Marta, pero se conmemora de una forma especial. Es decir, aquellos, por ejemplo, que han tenido una enfermedad grave y han salido vivos porque se ha rezado a Santa Marta.
¿Qué se hace?
Pues que a esa persona o un familiar muy cercano le meten dentro de un ataúd, vivo, está claro, y hace esa romería en honor a Santa Marta, en agradecimiento de haber salido vivo.
Esto es algo muy, muy genuino, muy muy, muy autóctono, muy nuestro.
Esto no se hace en otras partes del mundo y llama mucho la atención. Yo creo que por desgracia va a desaparecer con el tiempo, porque ya se ha convertido en un ritual turístico y por lo tanto pierde también esa connotación solemne y sagrada que tiene.
Pero claro que incluso el niño, antes se colocaba también a los niños. Luego en fin parece que daba yuyu, y ahora cuando es un niño el que se ha salvado, el ataúd sigue saliendo en procesión, pero vacío. No está el niño dentro.
Bueno, eso a mí siempre me ha llamado la atención. Eso forma parte un poco también de ese concepto que tenemos de la muerte y sobre todo en Galicia, porque Santa Marta de Ribarteme está en Pontevedra.
Bueno, pues sí, ahí todavía se sigue conservando, en algunos lugares se ha ido relegando un poco al olvido sobre todo por el miedo que da el concepto de la muerte. Pero en otros lugares, como en Galicia, lo tienen tan asumido, que ya está. No pasa nada.
Ya sabes que muchas veces lo peor de todo esto es intentar no nombrarlo, porque parece que cuando lo nombras, lo invocas. Pero si al final lo acabas nombrando con naturalidad, pues dices pues no pasa nada, ojalá vivamos muchos años y cuando llegue el día de nuestra muerte podamos morir bien, con dignidad y acompañados de la familia.
Esto es lo que se decía antiguamente. Ahora, por desgracia, pues muchas de esas cosas no pasan. Y encima cuando hubo una pandemia, que precisamente una de las mayores desgracias que hubo en la pandemia, en el covid, no fue que hubiera tantas muertes que ya es una desgracia de por sí, por eso es una pandemia.
Es porque la mayoría de las personas mayores murieron totalmente aisladas, solitarias, sin ese acompañamiento final. Y esa es una de las de las peores muertes que puedes tener.
V.- Jesús Callejo recuerda cómo se ha perdido la costumbre de acompañar a los moribundos alrededor de su cama. Algo que ocurría porque lo normal era morir en casa y no en un hospital como ahora.
Menciona cómo en la Edad Media se escribió el Arte de Morir o ‘Ars Moriendi’. El tratado fue escrito en latín pero se tradujo a la mayoría de las lenguas europeas. Marcaba las pautas para el moribundo y para sus acompañantes.
J.C.- O las peñas de ánimas, que también existe. Por ejemplo. En Sayago, que es una comarca de Zamora, hay peñas de ánimas, las peñas de ánimas que es algo muy insólito, que forma parte de nuestra cultura más antropológica, pues es depositar una piedra, en una de esas peñas, tú la lanzas y con esa piedra que también va revestida de un deseo, es para que si se coloca y no cae en la peña, porque hay que tener buena puntería, pues has salvado un alma de del Purgatorio.
Luego rezas un Padrenuestro y continúas tu camino. Fíjate, que tiene dos funciones muy claras dentro del ritual. La primera función es estás ayudando a un alma en pena que se supone que está merodeando por allí. Merodear por allí, depositar la piedra, tú le estás salvando directamente para el cielo y la otra es que ese alma en agradecimiento te va a proteger a lo largo del camino.
Es un poco como ‘Do ut des’, ‘yo te doy para que me des’. Bueno, pues eso todavía a día de hoy se sigue produciendo en ciertas zonas, en este caso la zona de Sayago en Zamora.
C.- Qué cosas. Al final estas tradiciones, a veces un poco tétricas, sirven como recordatorio de lo que nos va a pasar a nosotros y a los nuestros, ¿no? Nos hacemos a la idea pero de una manera lúdica.
V.- Sí, fíjate en la reflexión que añade Jesús a su narración.
J.C.- Yo creo que actualmente no nos están preparando bien y yo ya te digo que es una pena porque eso es contraproducente para nosotros y sobre todo para nuestros hijos. Los que tenemos hijos, yo tengo un hijo. Pues yo, desde pequeño, yo nunca he considerado la muerte como un tabú, que no hay que mencionarlo.
Si alguien ha muerto de la familia, pues se le dice Fulanito ha muerto. ¿Dónde ha ido? Tú les cuentas en función de tus creencias y de lo que tú piensas que puede haber más allá de la muerte.
Pero nunca obviar la palabra muerte, como si fuera algo malo, como si estuviéramos ahora todo en lo políticamente correcto. Incluso ya sabes que hay cuentos de hadas, donde se intenta reescribir para quitar cualquier connotación de sadismo, de crueldad.
Si es que precisamente los cuentos de hadas estaban para eso, precisamente, para enseñar al niño, a la niña que la vida tiene sus peligros y que tiene sus recompensas y que cada acción tiene su reacción. Y lógicamente, la muerte está presente también en los cuentos infantiles si te das cuenta.
Caperucita Roja, la versión original de Perrault, El lobo se zampa a Caperucita y a la abuela. Otra cosa son los hermanos Grimm. Posteriormente, que vienen unos cazadores y le abren la barriga y salen cantando la abuela y Caperucita Roja, que todavía es más aberrante que el que le zampe.
Quiero decir, que nunca hay, que hay que eliminar ciertos conceptos que forman parte de la vida. Y la muerte, cuanto más entendamos que forma parte de la vida, indisoluble, pero que además la muerte también es una maestra, porque cuando ocurre una muerte cerca, ya no te digo cuando ocurre una catástrofe donde muere muchísima gente, una pandemia, nos hace reflexionar.
Entonces muchas veces si tú evitas la muerte en tu vida, pues ese contexto, esa forma de entender la realidad, pues la vas distorsionando.
Que forme parte de algo donde nosotros, antes o después, pues comprobaremos in situ en qué consiste, pero que no somos nada originales, porque nos han precedido miles de millones de personas hasta el día de hoy.
V.- Lo de que no hay manera de librarse, ya lo tenemos asumido. Lo de que hablar de la muerte no hace ningún daño, también.
Y es que cuando nos vamos haciendo mayores, vamos a más entierros que a bodas.
Cris, no se si has visto alguna vez una revista en los tanatorios que se llama ‘Adiós’.
C.- ¿Adiós?
b Sí, el director es Jesús Pozo, un periodista que lleva al frente de la publicación 25 años. Yo vi la revista por primera vez hace muchos años en la mesa de un velatorio y pensé que sería un catálogo de productos funerarios. Pero no. También contaba historias muy interesantes.
Jesús Pozo.- Cuando nos planteamos el nombre no podía ser ‘El ataúd’, no podía ser ‘El funerario’, porque quién iba a leerse una revista así en ningún sitio, y menos en un tanatorio, ¿no? ¿Cuál era la revista del corazón, de la alegría y de la vida? ¿Cuál es? El ‘Hola’. Pues nosotros teníamos que llamarnos ‘Adiós’. Es la explicación.
Nosotros dijimos que tendríamos que hablar un 20-30% en la publicación del sector, y que el resto tendría que ser educación sobre la muerte: y la muerte está en el arte, la muerte está en la literatura, la muerte está en la psicología, en la sociología, en la antropología, en la historia, si es que nos rodea la vida, la muerte y el sexo, que son los tres grandes temas de la literatura, ¿no?
Claro, es un tema tan complicado de hablar y tan conflictivo que había que tratarlo con humor, porque era la única manera de enlazar. De hecho, yo creo que estará todo el mundo de acuerdo, los mejores chistes se cuentan en los velatorios, porque la gente está tan nerviosa y no sabe qué hacer ni qué decir, que recurre al chiste fácil, ¿no?
Entonces, sí nosotros llevamos abogando mucho tiempo porque esa despedida, ese adiós a la persona que has querido, con la que has compartido tu vida, que te ha solucionado problemas o que tú se lo has solucionado a ella tiene que tener un homenaje, porque en realidad lo que se debe hacer es homenajear la vida que tuvo esa persona, porque ya no está.
C.- Sí, al final, lo mejor que nos queda es el recuerdo. Los momentos vividos.
J.P.- Hoy en un periódico he leído una carta al director, una carta de una chica que lo explicaba perfectamente. Se conoce que se ha muerto su madre ayer o anteayer o la semana pasada, y lo que hacía era reprocharse a ella misma todo el tiempo que ha perdido en cosas inútiles e insustanciales, en vez de estar con su madre. Y entonces, claro, ahora echa de menos la posibilidad de haber hablado más con ella, de haber ido al cine con ella, de haber paseado por el campo con ella o de haber comido más en su casa, ¿no?
Entonces yo creo que ese aspecto lo cuenta perfectamente ahí. Hacemos que pase la vida sin darnos cuenta de las cosas importantes de la vida, de la que te das cuenta cuando ya no está la persona o cuando tú mismo te estás muriendo.
Yo pienso muchas veces en la gente que sabe que va a morirse, ¿qué estará pensando? ¿o no estará pensando nada? O la necesidad de sobrevivir hace que tu cabeza cambie el chip y no piense en que te estás muriendo. Estas son reflexiones importantes que se las podría hacer algún filósofo.
C.- ¿Sabes? Esto que cuenta Jesús Pozo me recuerda cómo he ido yo cambiando de opinión sobre los ritos de despedida a lo largo de los años. Antes no entendía muy bien por qué seguíamos con costumbres agotadoras y ritos que me parecían propios del pasado.
Pero las muertes de la pandemia, cuando las familias no pudieron despedirse de sus seres queridos, me cambiaron el punto de vista.
J.P..- Creo que incluso aquí en España nos quedamos cortos, por hacerlo todo tan rápido. Aquí hay como una obsesión por quitarse el muerto de encima. Tremendo. Como si te quitas el muerto de encima y ya puedes empezar otra vez la vida.
En Centro Europa, sobre todo en los Países Bajos, hay una semana, no de velatorio ni de duelo. Se tiene al fallecido durante una semana. los cementerios tienen dentro de los propios edificios de velatorio o tanatorio, allí no lo llaman tanatorio. Es para que dé tiempo a cualquier persona a ir a despedirse de la familia. Tú puedes entrar a ver al muerto a la sala, una sala donde están, tú puedes entrar o no entrar, pero ya no se trata de ir a ver al muerto, porque ahí eso en algunos caso es un punto de morbo, ¿no? A ver como está muerto.
No, sé trata de ir a poder consolar a la familia, entonces hay una semana entera para eso. Incluso hay cementerios que tienen espacios con guarderías para los niños, porque llevan a los niños también a ese rito. O sea que fíjate si estoy de acuerdo en que hace falta un rito.
Nosotros llevamos mucho años hablando con psiquiatras, psicólogos y médicos especializados en pediatría, que han escrito artículos, pues te puedo decir que desde hace por lo menos 15 años, sobre la necesidad de que el niño conozca el tema de la muerte y de que hay que hablar de la muerte en los colegios, incluso que hay que llevar a los niños a los cementerios, pero de visita cultural, no solamente a que vaya al entierro del abuelo, sino a una visita cultural para que vea que es lo que es un cementerio y cómo se homenajea a personas conocidas y desconocidas.
D.-
Yace aquí el hidalgo fuerte
que a tanto estremo llegó
de valiente, que se advierte
que la muerte no triunfó
de su vida con su muerte.
Tuvo a todo el mundo en poco,
fue el espantajo y el coco
del mundo, en tal coyuntura,
que acreditó su ventura
morir cuerdo y vivir loco.
Si habéis llegado hasta aquí, es que no habéis temido los riesgos.
Eso es que la muerte, como en el epitafio de Don Alonso Quijano, no ha triunfado sobre vosotros.
‘¡No menciones a la muerte!’ es un podcast de un episodio, que forma parte del especial de EL MUNDO ‘Qué hacer antes de morir’.
Las entrevistas son de Virginia Hernández y Cristina García Lucio. El guion es de Virginia y yo, Daniel Izeddin, me he encargado del montaje. Gracias por escucharnos y os invitamos a ver nuestro especial.