Ayer corrí 30 minutos seguidos. ¡30 minutos! ¡Y he vuelto a jugar al tenis! Si me lo hubieran dicho hace solo unos meses me habría reído. Si no podía ni subir un tramo de escaleras sin quedarme sin aire»… La satisfacción inunda la voz de Antonio Sánchez, al que le cuesta creer su buena fortuna: «La vida que ya creía perdida es de nuevo una realidad».
Se la ha devuelto una compleja intervención, una cirugía de precisión que ha curado la hipertensión pulmonar tromboembólica crónica que sufría y que mermaba su calidad de vida. Nunca olvidará la fecha: el 7 de diciembre de 2022, asegura, volvió a nacer. «Ahora tengo dos días que celebrar», señala este albaceteño de 61 años, profesor de Biología en un instituto de Villarrobledo. «Mi hermana me felicita todos los días 7 de cada mes. Sin falta. Porque ese día cambió todo».
Ese día quedaron atrás la fatiga, la falta de aire o la necesidad de coger el ascensor del instituto cuando el aula no estaba en la planta baja. Tras tres años de perdida de capacidades y renunciar al deporte, ese día volvió de nuevo a ganar. Detrás de ese cambio radical se encuentra la Unidad de Hipertensión Pulmonar del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid, centro de referencia nacional para el abordaje de este tipo de trastorno junto con el Hospital Clínic de Barcelona. A esa unidad llegó Sánchez derivado desde el Hospital General de Albacete, cuyo servicio de Neumología fue el primero en detectar que las arterias pulmonares del castellano-manchego estaban obstruidas por material trombótico, lo que le provocaba una grave hipertensión pulmonar.
Según explica Pilar Escribano, responsable de la Unidad Multidisciplinar de Hipertensión Pulmonar en el 12 de octubre, la cirugía es el tratamiento de elección para este tipo de hipertensión pulmonar. Es un abordaje «potencialmente curativo», capaz de resolver el trastorno, pero no cualquiera puede hacerlo. La intervención necesita unas manos expertas como las de María Jesús López Gude, la cirujana que operó a Antonio Sánchez, entre otros cientos de pacientes. El hospital está a punto de cumplir los 400 casos de cirugía de tromboendarterectomía pulmonar, una intervención aún más compleja que su intrincado nombre. En un gran porcentaje de los casos, este tipo de hipertensión pulmonar se produce tras una embolia aguda de pulmón. Los coágulos provocados por el trastorno vascular no se llegan a disolver, se quedan en el interior de las arterias pulmonares y, con el tiempo, se convierten en un material fibroso que obstruye el flujo pulmonar.
Una ‘coreografía’ en quirófano
Retirar esa obstrucción permite resolver el problema, pero eso exige abrir el tórax del enfermo, usar una máquina de circulación extracorpórea para hacer pausas cortas e intermitentes de la circulación sanguínea y someter al paciente a una hipotermia profunda (entre 18ºC y 20ºC) para proteger su organismo y, fundamentalmente, su cerebro. Además de las exigencias técnicas, también resulta fundamental la experiencia y la destreza de los profesionales que realizan la operación. Lo comprobamos en una intervención de más de dos horas en las que un equipo de tres cirujanos, un anestesista, dos perfusionistas, una instrumentista y una enfermera, capitaneados por López Gude, actúan con precisión, perfectamente coordinados y compenetrados, casi como si estuviesen realizando una coreografía. Y EL MUNDO es testigo del baile.
En el quirófano, nadie levanta la voz, pero cada instrucción es como un resorte que todos interpretan milimétricamente. Paloma Orozco es la perfusionista que se encarga de detener la circulación. Con un movimiento suyo, la sangre deja de fluir por el organismo, retenida en la máquina de circulación extracorpórea.Cada una de estas pausas no dura más de 10 minutos en los que Pedro Muñoz, el médico anestesista, está pendiente aún con más énfasis de todos los parámetros que muestran el estado del paciente. Múltiples cifras, gráficas e indicadores revelan que todo está yendo bien, pese a que el corazón no esté latiendo ni la sangre fluyendo por los vasos del paciente. «La intervención debe llevarse a cabo así para poder trabajar en el interior del árbol pulmonar y retirar la obstrucción. Si estuviera pasando la sangre por el pulmón no podríamos ver absolutamente nada y no se podría intervenir», explica López Gude, que ha empezado por el pulmón derecho, en una arteria que apenas tiene 17 mm de diámetro.
El material está muy adherido, pero la pericia de la cirujana -que gracias a las pruebas de imagen a las que se ha sometido el paciente sabe exactamente dónde tiene que usar las pinzas y el bisturí-, consigue ir extrayendo poco a poco el árbol que está obstruido. En una bandeja, un tejido blanquecino y fibroso da cuenta de la importante masa que estaba afectando a las arterias pulmonares del paciente.
En un alto porcentaje de casos, la intervención proporciona la curación completa del trastorno. «En nuestra serie, un 19% se queda con algo de hipertensión pulmonar, pero en muchos casos en grado ligero o moderado», expone López Gude, quien recuerda que la intervención no está exenta de riesgos. «La mortalidad, como en otros centros con experiencia, es actualmente menor del 5%».
«No había espacio para el miedo»
Cuando le ofrecieron la posibilidad de pasar por la mesa de operaciones, Antonio Sánchez no lo dudó ni un momento. La alternativa era no solo una pérdida progresiva de su ya mermada calidad de vida, sino también un pronóstico de vida muy limitado, así que no había espacio para el miedo: «Yo veía que el deterioro estaba siendo progresivo. Y me dijeron que la mitad derecha del corazón ya estaba funcionando de manera ineficiente. Y que el siguiente paso era que llegaran los problemas en el hígado y el riñón…».
«Sin tratamiento, el pronóstico es nefasto, con una mortalidad muy alta en un plazo de cinco años», expone Escribano, quien reclama un mejor seguimiento a los pacientes que hayan sufrido una embolia de pulmón aguda que permita identificar los casos más susceptibles de sufrir posteriormente una hipertensión pulmonar tromboembólica crónica, para poder actuar de forma precoz. A día de hoy, en España se estima que la prevalencia de este problema es de 8,4 casos por millón de habitantes, unas cifras que están por debajo de las de otros países de nuestro entorno. «Sin duda, esta enfermedad está infradiagnosticada en España y se necesitan más recursos para identificar posibles casos, porque son potencialmente curables », subraya.
Aunque la cirugía sea el tratamiento de elección, existen otros procedimientos que también pueden llevarse a cabo cuando no es posible pasar por el quirófano. Es el caso de la angioplastia con balón de arterias pulmonares, un abordaje que en el centro madrileño realiza la cardióloga María Teresa Velázquez. «En aquellos en los que el problema no es operable o si ha quedado una hipertensión residual tras la intervención puede realizarse esta técnica, que permite dilatar los vasos obstruidos y también mejora de forma marcada la capacidad funcional, disminuye la gravedad de la hipertensión pulmonar y mejora la insuficiencia cardiaca», explica la especialista. Hasta el 35% de los pacientes con hipertensión pulmonar tromboembólica crónica que llegan al 12 de octubre se someten a esta técnica, que ha ganado peso en los últimos años.
«Es importante contar con un equipo multidisciplinar que permita evaluar qué actuación es más adecuada en cada caso y qué procedimientos permiten una mejor solución para el paciente», subraya Escribano.
Antonio, que no tiene más que palabras de agradecimiento y admiración para los equipos que le atendieron en Albacete y Madrid, recuerda cómo arrancó su problema, allá en 2019. «Empecé a darme cuenta de que estaba perdiendo capacidad física. Participaba habitualmente en carreras populares y me di cuenta de que gente a la que normalmente siempre ganaba empezaba a llegar por delante de mí. Al principio, no le di importancia, pero enseguida me noté que iba a peor. Me di cuenta de que cada vez corría menos. Empecé a no poder aguantar más de 10 minutos y llegó un momento en que no aguantaba ni dos. Me costaba hasta subir al primer piso en casa. A finales de 2021 me hicieron pruebas y llegó el diagnóstico. Primero intentaron un tratamiento con anticoagulantes, pero no funcionó nada y seguía empeorando». A finales de 2022, Sánchez ingresó en el Hospital General de Albacete, desde donde le trasladaron al 12 de octubre y llegó la cirugía. «Me operaron el 7 de diciembre y el 17 ya pude volver a casa», recuerda. «Habían pasado solo 10 días, pero al subir a la primera planta ya me di cuenta de que estaba mejor, que no me costaba tanto como antes. A partir de ahí, la mejoría ha sido constante».
Durante toda su vida, este profesor de Biología ha sido un entusiasta del deporte. Salía a correr al menos dos o tres veces a la semana y todos los fines de semana jugaba al tenis con sus amigos. Pero lo que vivió entre 2019 y 2022 le hizo pensar que el deportivo era un capítulo cerrado de su vida, algo que no podría volver a disfrutar. Por eso, cuando pudo volver a empuñar la raqueta no pudo contener la emoción. «Fíjate que hasta casi me alegra tener problemas musculares, porque pensé que era algo por lo que no volvería a pasar», comenta, divertido. «Unos días antes de operarme, me enteré de que iba a ser abuelo. Si hubiera seguido con la calidad de vida que tenía antes, no habría podido casi ni coger a mi nieta en brazos». Pero su destino cambió. Y Maya nació a mediados de junio, justo a tiempo para conocer a un abuelo que ahora hasta puede llevarla a caballito.