¿Es el cáncer una enfermedad solo humana? ¿Su causa se debe a la civilización? ¿Si la humanidad desapareciera, también lo haría el cáncer? La respuesta a todas estas preguntas es no. Un no rotundo. Desde hace unos diez años se sabe que una especie de trucha llamada Plectropomus leopardus sufre de un cáncer de piel. Este tipo de pez habita la llamada Gran Barrera de Coral, que se encuentra justo debajo de un enorme agujero de ozono. El ozono en las capas altas de la atmósfera, como sabemos, funciona como una crema protectora contra las radiaciones ultravioletas del sol; la falta de este gas ocasiona una predisposición para el desarrollo de cáncer de piel no solo en los humanos, sino también en otros animales como la trucha de los corales.
No siempre ha habido cáncer en la Tierra. De hecho, la enfermedad aparece, como la muerte, con los organismos multicelulares. Todos los organismos multicelulares pueden sufrir de cáncer. Solo los organismos unicelulares se salvan. Se requiere ser un ser vivo multicelular para tener cáncer. Es en ese tipo de estructura donde se da la proliferación sin control característica del cáncer. Pero no es necesario tener muchas células para sufrirlo. Tampoco hay que ser un animal para padecer de tumores. Las plantas sufren cáncer.
Los tumores de las plantas son diferentes. Así, no producen metástasis, son más locales: debido a que las células no se mueven a lo largo de la planta, los tumores se caracterizan por un crecimiento local como un bulto, por ejemplo, en la cresta de un cactus. Al no producir metástasis, estos tumores no matan a la planta que los sufre. Las plantas tampoco tienen órganos vitales, como el cerebro o el pulmón, que al verse afectados por cáncer ponen en peligro la vida del animal.
Las células vegetales tienen una estructura más rígida, diferente de los animales, que se llama «pared» y que las mantiene fijas en su sitio y no permite, en el caso de que una célula se transforme en una tumoral, que esta viaje o invada a las vecinas.Además, los tumores vegetales se caracterizan por una excesiva multiplicación de las células, pero sin invadir a las células vecinas o a los tejidos circundantes. Los tumores de las plantas están producidos por infecciones o por traumatismos que causan daños estructurales. Entre las infecciones, predominan las de bacterias y hongos, pero también pueden estar infectadas por virus.
En cuanto a los animales, muchas de las criaturas que habitan el paraíso azul pueden sufrir cáncer. Desde las más grandes y ancestrales, y anteriores al ser humano, como los dinosaurios, a las más pequeñas como la hidra. Quienes han buscado de modo sistemático, han encontrado animales más susceptibles y otros más resistentes a enfermar de cáncer, pero no se ha encontrado ningún animal que se halle a salvo de la enfermedad. El cáncer se produce en tasas asombrosamente elevadas y puede ser responsable del 40 por ciento de las muertes totales en animales multicelulares en el espectro que va desde los moluscos a los mamíferos.
Estudios sobre la prevalencia del cáncer en la fauna salvaje sugieren que hay un espectro de susceptibilidad a los tumores en los animales vertebrados. La mayor prevalencia de cáncer se da en los mamíferos, a los que siguen los reptiles y las aves.Las ranas, sapos y sus compañeros anfibios disfrutan de la prevalencia más baja de cáncer. Entre los mamíferos, la vulnerabilidad al cáncer varía desde los que son extraordinariamente resistentes -entre estos afortunados se encuentran dos tipos de ratas: la topo desnuda y la topo ciega- al otro extremo, donde están los animales que lo sufren con una frecuencia más alta que la que tienen los demás grupos. Entre estos desafortunados los expertos citan a los demonios de Tasmania, los guepardos, los perros, las cobayas o conejitos de Indias y los hurones. Los seres humanos no somos ni los que sufrimos más cáncer ni los que menos, ocupamos un lugar intermedio.
¿Por qué ocurre esto? ¿A qué se deben estas diferencias? Si el cáncer es una enfermedad de las células que aumenta con la edad, deberíamos pensar que los animales que son más grandes (y por lo tanto tienen mayor número de células) y los que viven más años son aquellos que tendrían más posibilidades. Y así es dentro de cada especie. Entre los seres humanos, una persona alta tiene mayor riesgo de cáncer que una persona baja (un 10 por ciento más de riesgo con cada diez centímetros de diferencia en la altura). Y el cáncer es una enfermedad de los ancianos. Según el Instituto Nacional del Cáncer estadounidense: La edad avanzada es el factor de riesgo más importante del cáncer en general y de muchos tipos de cáncer en particular. Las tasas de incidencia del cáncer aumentan de forma constante a medida que avanza la edad, desde menos de veinticinco casos por cada cien mil personas en los grupos de edad de menos de veinte años, pasando por unos trescientos cincuenta por cada cien mil personas entre los cuarenta y cinco y los cuarenta y nueve años, hasta más de mil por cada cien mil personas en los grupos de edad de sesenta años o más.
Eso quiere decir que, a menos que encontremos el elixir de la juventud (¿quizá algún día tengamos pastillas que reparen el ADN y contengan telomerasa, una enzima que previene la vejez de los cromosomas?), el cáncer seguirá siendo prevalente en la humanidad, y sus cifras, si tenemos en cuenta que cada vez vivimos más años, no pueden más que aumentar con cada generación.