El envejecimiento es un factor crítico en los trastornos asociados a la médula espinal, en especial en relación a las motoneuronas, que regulan actividades cotidianas y esenciales, tales como caminar, hablar o tragar, entre otras muchas.
Un equipo de investigadores de la Academia China de Ciencias, en Beijing, ha identificado en un modelo experimental de primates no humanos a un grupo de células que se encuentran próximas a las motoneuronas envejecidas y que se diferencian por un biomarcador específico. Los resultados se publican en Nature.
Mediante un análisis de resolución unicelular de la médula espinal de unos macacos con edad avanzada (17 a 18 años), los científicos han observado que estas células expresan un alto nivel del factor quitotriosidasa-1 (CHIT1), un impulsor del envejecimiento de las motoneuronas.
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Los investigadores, dirigidos por Guang-Hui Lui, profesor en el Instituto de Regeneración y Células Madre, en el Instituto de Zoología de la Academia China de Ciencias, han demostrado también que los efectos prosenescentes del factor CH1T1 pueden atenuarse con la vitamina C.
Vitamina C en el desayuno
«Hemos demostrado que CHIT1 actúa como un impulsor del envejecimiento de las motoneuronas, y sus efectos pro-senescencia pueden ser contrarrestados por el compuesto geroprotector ácido ascórbico [vitamina C]», escriben en Nature.
Esa posibilidad de intervención se probó de forma experimental al dividir a los diez macacos estudiados de forma aleatoria en dos grupos: cinco de los animales recibieron en el desayuno una dosis de 30 mg por kg del ácido ascórbico disuelto en agua durante 40 meses. Mientras que el otro grupo recibió una cantidad similar de agua sin la vitamina también por la mañana.
El análisis de sus muestras reveló una mejoría en diferentes indicadores asociados al envejecimiento de las motoneuronas, que se detalla en el trabajo, lo que sugiere un potencial beneficio del suplemento.
«Nuestros hallazgos proporcionan el panorama celular y molecular de resolución unicelular de la médula espinal de primates envejecidos e identifican un nuevo biomarcador y un objetivo de intervención para la degeneración de la médula espinal. En general, estos conocimientos ofrecen una base potencial para intervenciones dirigidas a enfermedades relacionadas con el envejecimiento en múltiples sistemas fisiológicos, con el objetivo de mejorar la salud general de la población humana que envejece», exponen estos científicos.
«Un crecimiento logarítmico», afirma Izpisúa
Uno de los autores del trabajo es el científico español Juan Carlos Izpisúa, fundador científico y director del laboratorio Altos, en San Diego (California), quien destaca que las observaciones se han realizado en primates no humanos, un modelo mucho más cercano al ser humano que los clásicos patrones de roedores y, por tanto, más relevante para entender y diseñar estrategias de intervención en el proceso de envejecimiento.
«La traslación a la clínica humana del conocimiento que se está generando en los laboratorios de investigación básica va a experimentar un crecimiento logarítmico en los próximos años, gracias a la utilización de distintos modelos en primate», avanza en un email el científico. Al hilo recuerda la investigación recientemente publicada que ha generado un mono quimérico, una de cuyas potenciales aplicaciones más interesantes sería servir «como modelo para estudiar las enfermedades humanas».