La hora a la que desayunamos y cenamos tiene un impacto sobre nuestra salud cardiovascular. Así lo asegura un estudio internacional en el que ha participado el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), que sugiere que realizar de forma tardía la primera o la última comida del día se relaciona con una mayor riesgo de desarrollar problemas cardiovasculares.
El estudio, en el que además del centro español impulsado por la Fundación la Caixa también han participado equipos del Instituto francés para la Investigación Agronómica (INRAE), el Instituto francés para la salud y la investigación médica (Inserm) y la Universidad de la Sorbona de París, también ha revelado que hay evidencias que sugieren que un ayuno nocturno de mayor duración se asocia con un menor riesgo de padecer enfermedades cerebrovasculares, como el ictus.
Los resultados del trabajo, que ha realizado un seguimiento a más de 100.000 personas de la cohorte NutriNet-Santé durante 13 años (entre 2009 y 2022), se han publicado en la revista Nature Communications.
Patrones de alimentación tempranos
«Los resultados de nuestro estudio muestran que el hecho de tener unos hábitos de comidas tardíos realizando una primera comida más tarde de las 9 de la mañana o una cena más tarde de las 9 de la noche se puede relacionar con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, especialmente entre las mujeres», ha señalado Anna Palomar, investigadora del ISGlobal y primera autora del estudio, quien remarca que «el trabajo, que necesita replicarse en otros estudios, respalda la importancia de adoptar patrones de horarios de alimentación más tempranos acoplándolos a un ayuno nocturno prolongado con una ultima comida temprana en lugar de saltarse el desayuno».
Los resultados «son concluyentes con estudios experimentales y observacionales previos. Estos hallazgos sugieren que más allá de la calidad nutricional de la propia dieta, las recomendaciones relacionadas con los horarios de las comidas pueden ayudar a promover una mejor salud cardiovascular», ha añadido.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores analizaron los datos de 103.389 participantes en la cohorte francesa NutriNet-Santé (el 79% de los cuales eran mujeres, con una edad media de 42 años) y estudiaron las asociaciones entre los patrones de ingesta de alimentos y las enfermedades cardiovasculares. Para reducir el riesgo de posibles sesgos, tuvieron en cuenta un gran número de factores de confusión, especialmente sociodemográficos (edad, sexo, situación familiar, etc.), la calidad nutricional de la dieta, el estilo de vida y el ciclo de sueño.
¿Por qué la hora importa?
Los resultados muestran que realizar la primera comida tarde (como cuando uno se salta el desayuno), se relaciona con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular. En concreto, los investigadores encontraron un aumento del 6% del riesgo por cada hora de retraso. Así, una persona que come por primera vez a las 9 de la mañana tiene un 6% más de probabilidades de desarrollar una enfermedad cardiovascular que otra que come a las 8.
En cuanto a la última comida del día, cenar tarde (después de las 9 de la noche) se asocia a un aumento del 28% del riesgo de padecer enfermedades cerebrovasculares, como el ictus, en comparación con cenar antes de las 8 de la noche, sobre todo en las mujeres.
Por último, una mayor duración del ayuno nocturno -el tiempo transcurrido entre la última comida del día y la primera del día siguiente- se asocia a un menor riesgo de enfermedad cerebrovascular, lo que respalda la idea de realizar la primera y la última comida del día más temprano.
«La hora a la que comemos juega un papel importante en nuestro metabolismo ya que tiene influencia sobre el reloj interno de nuestro cuerpo«, indica Palomar. «Comer tarde en la noche puede interrumpir este reloj, lo que puede llevar a problemas cardiometabólicos como el aumento de peso, interrupciones en el metabolismo de los lípidos y una mayor inflamación. Asimismo, comer durante la fase de descanso del cuerpo, cuando los niveles de la hormona del sueño o melatonina están altos podría conducir a la intolerancia a la glucosa y niveles más altos de azúcar en sangre. Ciertos estudios en animales muestran que retrasar la primera comida del día o comer tarde en la noche está relacionado con un aumento del peso corporal, de grasa en el hígado y alteraciones en la expresión génica relacionada con el metabolismo de los lípidos», concluye.