«Profe, no estoy bien». Esta frase, directa, sincera, resuena con cada vez más frecuencia en los pasillos de los centros educativos españoles y, pese al profundo pesar que desvela, abre una oportunidad a la esperanza. Lograr que esas palabras se expresen y ofrecer la ayuda necesaria es uno de los retos a los que se enfrentan cada día los docentes y equipos directivos al mismo tiempo que cumplen con su labor académica.
El malestar emocional de los adolescentes ha ido en aumento en los últimos años y con él el riesgo de que se autolesionen o de que piensen en quitarse la vida. Tras su angustia suelen ocultarse, entre otros factores, un sentimiento de profunda soledad, situaciones de violencia como el abuso, maltrato o el acoso escolar, trastornos de conducta alimentaria y/o depresión, baja autoestima y/o autoexigencia. Todo ello agravado con frecuencia por el uso inadecuado de las redes sociales, que provoca un fuerte impacto en su salud mental.
En 2022, 84 menores de 20 años se quitaron la vida en 2022, nueve más que el año anterior. Doce de ellos tenían entre 10 y 14 años y 72 entre 15 a 19 años, 19 más que en 2021, según los datos provisionales facilitados por el INE el pasado 27 de junio. Vidas rotas, muertes prevenibles, que dejan una enorme desolación a su alrededor.
Asociaciones y teléfonos que ofrecen ayuda
-En caso de emergencia vital inminente llame directamente al teléfono de emergencias 112.
-Si tiene ideación suicida 024
– Teléfono de la Esperanza: 717.003.717.
– Teléfono Prevención del suicidio (Barcelona): 900.92.55.55.
-Teléfono/Chat ANAR de Ayuda a Niños/as y Adolescentes 900 20 20 10
– Teléfono Contra el Suicidio- Asociación la Barandilla (Madrid): 911.385.385.
– Papageno 633 169 129 supervivientes@papageno.es
– APSAV. Asociación para la prevención del Suicidio. Abrazos Verdes. Asturias.
– AFASIB (Familiars i Amics Supervivents per suïcidi de Les Illes Balears (Islas Baleares)
–AIDATU. Asociación Vasca de Suicidiología
– APSAS: Asociación para la Prevención del Suicidio y Ayuda al Superviviente. (Gerona)
– APSU: Asociación para la prevención y apoyo afectados/as por suicidio (Cdad. Valenciana)
– ASAM: (Burgos).
– BESARKADA-Abrazo: Navarra.
– BIZIRAUN: País Vasco
–BIDEGUIN: País Vasco
– Después del Suicidio: (Barcelona)
– Fundación Alaia (Madrid)
– Fundación Metta-Hospice (Valencia)
– Goizargi: Navarra
– Grupo Supervivientes de León.
– Hay Salida, Suicidio y Duelo: (Cantabria)
– Ubuntu (Sevilla)
– Asociación Luz en la oscuridad (Tenerife)
–Asociación Volver a Vivir (Tenerife)
El entorno escolar es un lugar privilegiado para detectar el dolor de un adolescente y ayudarlo. Hacer ese acompañamiento de la forma adecuada se ha convertido en una de las prioridades en las aulas, pero ¿disponen los profesores de los recursos y el apoyo necesarios? Actualmente existen planes claros de actuación y una implicación mayor por parte de las administraciones para reforzar la formación y las medidas de intervención pero los docentes se enfrentan en su día a día a situaciones muy complejas aún sin las herramientas y el respaldo suficientes.
«Antes de la pandemia ya empezamos a ver situaciones de riesgo de chicos y chicas que fabulaban con las ideas suicidas y después sí que estamos detectando más casos de depresión, tristeza, ansiedad. Es preocupante porque el tema de la salud mental de los adolescentes no se está abordando con todos los recursos que se debería», lamenta Rosa Rocha del Lago, directora del IE Guadarrama (Madrid) desde hace 12 años.
Las 17 CCAA cuentan actualmente con planes de prevención de la conducta suicida en el ámbito escolar en cumplimiento de la Ley de Protección Integral a la Infancia y Adolescencia aprobada en 2021 y los protocolos tienen que ser aplicados en todos los centros independientemente de si son públicos, privados o concertados.
A nosotros nos queda siempre la preocupación de si no es ésta la punta del iceberg y hay más cosas a las que no conseguimos llegar y ver
Los colegios e institutos intervienen en este sentido en tres niveles. En primer lugar, informando a los alumnos sobre la realidad de la conducta suicida, los factores de riesgo y señales de alarma; potenciando los de protección (desarrollo de habilidades para ayudar y pedir ayuda, autoestima, escucha activa, asertividad, resiliencia, resolución de conflictos y empatía ). El segundo escalón en la protección va enfocado a medidas específicas para la población más vulnerable o bajo riesgo y el tercero, a aquellos menores que ya han presentado conductas suicidas.
Miguel Guerrero es psicólogo clínico. Coordina desde 2017 la Unidad de Prevención e Intervención Intensiva en Conducta Suicida ‘UPII Cicerón’ en Málaga, la primera de estas características en Andalucía. Explica que la evidencia científica muestra que ha aumentado el número de jóvenes atendidos por trastornos alimentarios, consumo de drogas, alteración del comportamiento, autolesiones no suicidas e ideación suicida. Más adolescentes piensan en morir pero esto, afortunadamente, no se ha traducido de forma significativa en mayor número de intentos. Un 30% más de jóvenes de entre 12 y 29 años acude a salud mental, pero no se puede descartar que «ahora se esté pidiendo más ayuda».
En su acompañamiento terapéutico a los menores, Guerrero ha detectado diez grupos de mayor riesgo: los jóvenes con un trastorno de salud mental, con diversidad funcional, que padecen enfermedades graves, con antecedentes familiares por suicidio, los adolescentes que consumen drogas, que sufren exclusión social, que han vivido experiencias traumáticas o adversas, que pertenecen a minorías como migrantes o el colectivo LGTBIQ+, con tentativas previas de suicidio o autolesiones reiteradas o que son víctimas de abuso, maltrato, acoso y ciberacoso.
«No se le puede dejar solo»
Rosa Rocha del Lago habla con empatía y sensibilidad de sus alumnos. Se percibe en sus palabras una voluntad sincera de cuidar de su bienestar y el temor de no detectar todos los casos. «En los institutos vemos que hay chicos que están mal y hablamos con ellos, pero otras situaciones pasan desapercibidas. Nos queda siempre la preocupación de si no es ésta la punta del iceberg y hay más cosas a las que no conseguimos llegar y ver».
Cómo ayudar a un adolescente que piensa en el suicidio
Cómo ayudar a un adolescente que piensa en el suicidio
«La medida de prevención básica es proteger a la infancia y es responsabilidad de todos»
«La medida de prevención básica es proteger a la infancia y es responsabilidad de todos»
Cuando hay sospechas de que un menor tiene un alto grado de sufrimiento y que puede estar en riesgo se activa el protocolo para confirmar o descartar esa grave situación y se toman medidas provisionales de protección como alejarle de espacios o medios autolesivos, ubicarle en el aula junto a personas de su confianza o supervisarle en el horario de recreo, en los intercambios de clase o cuando vaya al servicio.
«En el proceso interviene el departamento de orientación, la jefatura de estudios, el tutor y la coordinadora de bienestar. Se informa a la familia de que vamos a intervenir. Todas estas personas, incluso el grupo de profesores que le da clase a este chico o chica, están muy pendientes de lo que ocurre en el aula y si ha habido una tentativa se intensifica hasta tal punto que no se le puede dejar solo en ningún momento», explica Rosa Rocha.
DECÁLOGO DE MEDIDAS DE PROTECCIÓN Y ACOMPAÑAMIENTO
1.- Recabar y poner visibles los teléfonos de emergencia o ayuda y tutores legales a los que avisar ante cualquier eventualidad.
2.- Ubicar el aula del alumno/a en un emplazamiento a salvo de potenciales peligros, alejarle de medios o espacios autolesivos y acercarle a alumnos en los que confía, prosociales y colaboradores o en una posición cercana al profesor…
3.- Realizar un seguimiento de la asistencia al centro comunicando inmediatamente cada falta
4.- Supervisarle durante sus desplazamientos por el centro, por los pasillos, entradas y salidas, comedor, recreo y tiempos de baño.
5.- Reflexionar y valorar sobre qué personal del centro, docente y no docente (auxiliares de control, personal laboral, monitores de comedor, de ruta, etc.) han de conocer la situación de riesgo existente. En algunas situaciones puede bastar con informar de que preocupa la situación emocional y el estado de ánimo del alumno/a implicado, entendiendo imprescindible extremar la observación y atención,
6.- Facilitar un lugar seguro donde el alumno/a pueda permanecer tranquilo/a y sereno/a en momentos de posible desajuste emocional (enfermería, departamento de orientación,
despachos…). Planificar técnicas de relajación con el fin de rebajar el nivel de ansiedad.
7. Desarrollar en tutorías individuales y/o grupales sesiones específicas sobre: dolor y sufrimiento psicológico, gestión de emociones, mejora del autoconcepto y autoestima, autoeficiencia, eliminación del estigma, cohesión del grupo, el papel de los compañeros en el apoyo, acogida y relación positiva entre iguales, respeto y tolerancia ante conflictos…
8. Valorar la elección de algún compañero/a de confianza para que pueda comunicar al tutor/a posibles situaciones de conflicto
9. Establecer adultos de confianza a los que el alumno/a pueda recurrir que le ofrezcan seguridad,confianza y calidad
10. Priorizar aspectos emocionales y de bienestar a los objetivos curriculares, proporcionar experiencias de éxito académico remarcando las fortalezas del alumno/a, ser flexibles en entregas de trabajos y tareas, facilitar espacios de resolución de dudas, planificar sesiones de asesoramiento en técnicas de trabajo intelectual y orientación vocacional, buscando implicar al alumno en un proyecto personal realista y alcanzable, una meta a medio-largo plazo.
En la primera fase, como recoge la guía elaborada por la Comunidad de Madrid en un procedimiento similar al del resto de CCAA, la Dirección solicita a una persona (tutor, coordinador/a de bienestar u orientador/a) que hable con el alumno, los familiares, compañeros y docentes del centro para conocer tanto su estado emocional como antecedentes o situaciones problemáticas y se analizan con detenimiento las señales de alarma, los factores de riesgo y de protección, con el fin de determinar si se debe elaborar un plan individualizado para protegerlo e intervenir de forma inmediata. También se puede realizar alguna consulta externa si el menor está siendo atendido por algún especialista en Salud Mental. Todas estas actuaciones tienen que quedar registradas y ser comunicadas a la Consejería de Educación.
Estamos bajos de recursos en todo el Estado en capacidad de respuesta
No siempre es posible percibir ese peligro para la integridad del alumno pero habitualmente hay una serie de señales de alerta, verbales y no verbales, que pueden ayudar a hacerlo: un chico o chica que piensa en morir suele expresar desesperanza, desesperación,desamparo, sentimientos de ser un estorbo, de culpa y odio hacia sí mismo/a, puede referirse a la muerte a menudo, realizar despedidas inusuales o cerrar sus cuentas en las redes sociales. También puede mostrar su dolor a través de su propia conducta. Hay que prestar atención a cambios repentinos, que muestre más irritabilidad y/o agresividad o calma cuando previamente ha presentado gran agitación. Una actitud temeraria, pasiva, apatía, falta de energía, tristeza, aislamiento, retraimiento social, el descuido de la apariencia personal, dificultades en la concentración, desatención y la incapacidad para sentir placer también debería poner en sobreaviso al adulto. Cuando habla sobre el suicidio y/o ha hecho planes o realiza intentos de conseguir distintos medios para quitarse la vida hay que actuar de forma urgente siempre.
Señales de alerta
VERBALES
* Sentimientos de desesperanza con una visión de que no hay futuro o muy negativa. «No tiene solución»; «No va a mejorar nunca».
* Sentimientos de desesperación, de que ya no se puede soportar o tolerar más una situación o estado vital. «Esta vida es un asco»; «Mi vida no tiene sentido «.
* Sentimientos de desamparo, como considerar que no es importante para nadie, que estorba o que las cosas estarían mejor sin él o ella. Sentimientos intensos y abrumadores de culpa, vergüenza y odio hacia sí mismo/a. «No valgo para nada».
* Comentarios relacionados con la muerte. «Me gustaría desaparecer»; «Quiero descansar»; «No deseo seguir viviendo».
* Conversaciones reiterativas sobre la muerte, realizar despedidas inusuales orales o escritas. «Quiero que sepas que en todo este tiempo me has ayudado mucho»; «Siempre te querré».
* Expresión abierta y directa sobre sus deseos de quitarse la vida, amenazando sobre quererse hacer daño o matarse. Este pensamiento se manifiesta con distintos grados:
– Sin planteamiento de la acción.
– Con un método indeterminado.
– Con un método específico, pero no planificado.
– Plan suicida concreto (esta situación indica un alto riesgo de suicidio)
NO VERBALES
* Presencia de un evento desencadenante o precipitante.
* Observación de un cambio repentino en su conducta habitual. Este cambio puede ir en dos sentidos:
– Aumento significativo de la irritabilidad, mayor agresividad, no respetar límites.
– Periodo de calma y tranquilidad repentino cuando previamente ha presentado gran agitación. El cese de la angustia es signo de grave peligro de conducta suicida, pues se ha resuelto el conflicto entre los deseos de vivir y los deseos de morir a favor de estos últimos.
* Existencia de un intento previo de suicidio. El periodo de mayor riesgo es de los tres a los seis meses posteriores.
* Conducta imprudentemente temeraria, búsqueda de mecanismos para hacerse daño.
* Actitud pasiva, apatía, falta de energía, tristeza, aislamiento, retraimiento social.
* Incapacidad para experimentar placer con actividades habituales.
* Descuido en la apariencia personal.
* Dificultades en la concentración, desatención y, como consecuencia, pérdida de la memoria.
* Alteraciones en los patrones de sueño o alimentación.
* Cerrar asuntos pendientes habla a favor de la existencia de un plan suicida: Entregar sus pertenencias a seres queridos, resolver asuntos pendientes, cerrar cuentas de redes sociales como Facebook, Twitter, Instagram, llamar a personas para despedirse, tener escondido el futuro método para lograrlo (acumular medicación, llevar consigo el tóxico, la cuerda, etc.) o ingerir bebidas alcohólicas en cantidades y con una frecuencia inusuales, mediante lo cual la persona trata de lograr «el valor» necesario para llevar a cabo sus intenciones.
El psicólogoJosé Antonio Luengo, autor de El dolor adolescente, trabaja desde hace años con los profesores en primera línea para orientarles en el desarrollo de procesos que permitan al centro educativo detectar cuanto antes el sufrimiento, la desesperanza, la desvinculación y, en su caso, contribuir a reducir el riesgo de que aparezca la ideación, planificación o conducta suicida. Coordina un equipo de cinco personas dependiente de la Inspección Educativa de la Comunidad de Madrid con responsabilidades en la formación, elaboración de materiales de apoyo y asesoramiento a los equipos directivos y profesorado, pero también cuando surge una problemática grave y, en el peor de los casos, cuando el instituto está sumido en la desolación tras la muerte por suicidio de un alumno. «Asesoramos, informamos y colaboramos en la interpretación de las situaciones más delicadas que viven los centros, pero, hemos de insistir, los centros tienen que tirar de sus recursos en el siempre complejo día a día«. Y éstos aún no son suficientes. Nunca antes, asegura, los institutos habían tenido que atender tantas crisis personales y sociofamiliares.
Hace cinco meses, esta situación de desbordamiento llevó al límite al equipo directivo del centro público La Moreria de Mislata (Valencia) y dimitió en bloque. No podía hacerse cargo de forma adecuada de las necesidades de 13 alumnos a los que se les ha tenido que aplicar el protocolo antisuicidios o por conductas autolesivas y se sentía «desamparado».
«Estamos deficitarios en recursos en todo el Estado para responder adecuadamente. Lo que estamos viviendo ha sobrevenido de manera explosiva aunque la investigación ya venía advirtiendo desde hace más de diez años de que la salud mental de la infancia y la adolescencia estaba quebrando. Y todos los recursos que se pone en marcha parecen escasos aún». Los profesores están haciendo una «maravillosa labor con «muy poco entrenamiento», afirma desde su larga experiencia junto a ellos en esa «trinchera» frente al sufrimiento, pero el sistema educativo necesita la incorporación de profesionales formados en materia de prevención y desarrollo de programas detección, protección y acompañamiento en situaciones en las que el desajuste emocional y psicológico aflora.
El Consejo General de la Psicología de España y el Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, del que Luengo es decano-presidente, lleva más de diez años reclamando sin éxito la creación de la figura del psicólogo educativo en los colegios e institutos que ofrezca ese respaldo. El proyecto PsiCE que coordina actualmente en la Comunidad de Madrid y que se desarrolla simultáneamente en otras ocho CCAA persigue demostrar los beneficios de una intervención especializada para el bienestar emocional de los alumnos.
El alumno ayudante, clave en la detección
Los estudiantes en situación de riesgo suelen contar lo que les ocurre a otros adolescentes antes que a un adulto por lo que es muy importante concienciar a los alumnos y alumnas para que se pongan en contacto de forma urgente con alguien del personal docente si perciben un cambio en el comportamiento de su compañero/a o les expresa su idea de no querer vivir.
Los distintos planes de convivencia para el ámbito educativo proponen potenciar una figura que da valor a esa labor de apoyo entre iguales y que es aún minoritaria en los centros escolares españoles: el alumno ayudante.
«Es difícil que alguien que sufre se abra, pero una vez conseguido, se siente de otra manera porque la carga es compartida»
«Es difícil que alguien que sufre se abra, pero una vez conseguido, se siente de otra manera porque la carga es compartida»
«Nosotros llevamos más de 18 años trabajamos con alumnos ayudantes y mediadores y funciona. Los eligen sus compañeros y son chicos y chicas con sensibilidad. Muchas situaciones de riesgo la detectan ellos y me advierten cuando algún compañero les ha dicho ‘que no puede más’. Ellos están al mismo nivel que los chicos, son nuestros ojos en las aulas. El problema es el tiempo. Los profesores tienen que estar capacitados para seleccionarlos, formarlos y orientarlos y no tienen tiempo», lamenta Rocha.
El papel activo de los compañeros es clave porque son testigos de los conflictos que viven los menores en el espacio físico y virtual, en horario escolar y fuera de él. Pueden alertar de situaciones de violencia como el acoso escolar o ciberacoso, que causa un sufrimiento devastador y es un precipitante importante de la conducta autolesiva.
Las cifras de acoso escolar alcanzan el 8-12% y el impacto en la salud mental es enorme a corto, medio y largo plazo. Las víctimas presentan tasas hasta 5-6 veces mayores de depresión y cuatro veces mayores de ideación suicida, según advierte UNICEF en un detallado estudio de 2021 sobre el impacto de la tecnología en la salud mental de los adolescentes.
Protección y escucha
Lo que nos dicen en sus momentos de dolor es que se encuentran muy solos
Es imprescindible desde el primer momento dedicarle tiempo y escucha al adolescente que está sufriendo. Crear ese clima de calidez requiere que pueda expresarse con espontaneidad, que se legitime sus sentimientos y no sean juzgados, que no se le interrumpa, ni desapruebe, ni que reciba «sermones», que se respete sus silencios y preguntarle de manera respetuosa, sensible y cercana cómo se encuentra, si hay algo que le hace sufrir de forma habitual y, si hay riesgo de conducta suicida, abordar con delicadeza y de forma gradual, esos pensamientos sobre la muerte. Hablar de ello no aumenta el riesgo sino que lo reduce.
Qué preguntar a un menor en riesgo
¿Cómo te encuentras en este momento?
¿Con qué aspectos de tu vida te sientes cómodo y cuáles te generan desasosiego o inquietud? ¿Hay algún aspecto de tu vida que en la actualidad te haga sufrir de forma habitual?
¿Piensas que hay algo en tu vida que merece la pena mantener y fortalecer?
¿Tienes o has tenido la sensación de agobio emocional y/o ansiedad?
¿Sientes que la vida que llevas merece la pena o consideras que algo debería cambiar?
¿Cuánto tiempo vienes sintiendo esta sensación de bloqueo o ahogo emocional? ¿La has podido compartir con alguna persona?
¿Con quién? Si es así, ¿cómo te has sentido?
Algunas preguntas específicas en caso de riesgo autolesiones o de conducta suicida
¿Has pensado en la posibilidad de hacerte daño o autolesionarte de alguna manera?
¿Has consultado alguna referencia en Internet o en conversaciones con compañeras/os sobre las autolesiones y cómo en ocasiones se utilizan
para aliviar la tensión, el agobio emocional y la ansiedad?
¿Has llegado a autolesionarte en alguna ocasión? ¿De qué manera? ¿Cuándo?
¿Con qué frecuencia? Si es así, ¿qué efectos sientes?
¿Has pensado alguna vez en que tu vida no tiene sentido? ¿Qué pensamientos has tenido?
¿Desde cuánto tiempo tienes estos pensamientos? ¿Has hablado con alguien sobre estos pensamientos?
¿Has pensado realmente en la muerte o llevar a cabo alguna conducta suicida?
¿Has pensado mucho en ello en este último mes? ¿Qué te hace pensar en ello? ¿Has buscado información sobre ello o sobre cómo hacerlo?
¿Dónde? ¿Con qué resultados? ¿Compartes estas emociones, sentimiento y/o experiencias con amigos/as frecuentemente?
«Lo que nos dicen en sus momentos de dolor es que se encuentran muy solos», explica Luis Fernando López, psicólogo experto en conductas autolesivas y suicidas y coordinador del proyecto de investigación en entornos digitales ISNISS «Las redes sociales e internet se lucran de esta especie de adicción psicológica a sus plataformas y está provocando un fuerte deterioro emocional en las relaciones en una población muy vulnerable y susceptible como son los adolescentes», advierte.
La entrevista con la familia es un paso especialmente delicado por el impacto que puede tener conocer este tipo de situaciones, aún muy estigmatizadas socialmente, y generar en los padres «culpabilidad, vergüenza, aturdimiento, preocupación, miedo», subraya el documento oficial de la Comunidad de Madrid con recomendaciones para abordar la conversación con «delicadeza», centrándose en «el sufrimiento del alumno/a y la «necesidad de saber para poder ayudar» sin referirse expresamente a «protocolo antisuicidio» y garantizando la privacidad.
En el día a día se dan todo tipo de circunstancias en ese contacto directo con los padres y madres. Hay ocasiones en las que les «llamas y te dicen que no quieren que se active el protocolo porque no quieren que haya ningún tipo de significación, otros te dicen que sí [garantizando la privacidad] pero es muy difícil mantener la discreción en una clase con 30 alumnos, otras que vuelan por sus hijos/as y algunas familias que no están y esos chicos se nos pierden», explica Rocha, presidenta de la Asociación de Directores de Institutos Públicos de Madrid.
Aumentar el vínculo y reducir el sufrimiento
Recogida y registrada toda la información posible sobre cómo se encuentra emocionalmente el chico o la chica, el equipo de apoyo socioemocional y la dirección tomará la decisión de elaborar o no un plan individualizado de protección. Si se considera que no es necesario, el alumno, no obstante, tendrá un seguimiento para garantizar su bienestar.
Salvo los intentos de suicidio previos, y especialmente en las primeras semanas tras un alta hospitalaria por tentativa, ningún factor de riesgo por sí solo, o combinación de ellos, ha demostrado aún valor predictivo suficiente para diferenciar a las personas que tratarán de quitarse la vida de las que no. Entonces, ¿cómo puede saber un profesor que la vida de un alumno está en riesgo evidente?: Cuando responde afirmativamente a alguna de las siguientes preguntas: si está pensando en la muerte, si piensa que estaría mejor muerto, que ha deseado matarse, que ha planificado como hacerlo, que ha hecho actos preparatorios (o gestos suicidas), o que ha realizado alguna tentativa, especifica al personal docente este documento oficial citando al psicólogo Francisco Villar, psicólogo clínico del Hospital Sant Joan de Déu experto en conducta suicida en los menores.
Si el colegio detecta ese profundo y autodestructivo dolor en un alumno entonces se ponen en marcha una serie de medidas para tratar de reducir el sufrimiento, cuidarle, proporcionarle un entorno seguro y ayudarle a aumentar el vínculo, priorizar los aspectos emocionales y de bienestar a los objetivos curriculares y remarcar sus fortalezas y objetivos personales, por muy sencillos o discretos que puedan parecer. Es decir, se traza un plan específico para reducir los factores de riesgo y reforzar los de protección trabajando especialmente en la mejora de autoconcepto, autoestima, percepción de autoeficiencia, sus habilidades emocionales y de relación interpersonal en general.
Factores de riesgo y de protección
FACTORES DE RIESGO
Personales
* Conducta suicida previa.
* Búsqueda de soledad y no participación en actividades grupales.
* Dificultades para comunicarse en grupo.
* No expresión de sentimientos u opiniones.
* Dificultad para controlar sus impulsos y baja tolerancia a la frustración.
* Presencia de enfermedad y/o dolor crónico.
* Discapacidad física.
* Trastorno mental incipiente o ya diagnosticado, siendo los más frecuentes los trastornos del estado de ánimo, trastorno obsesivo-compulsivo, trastornos de la conducta alimentaria y trastorno por estrés postraumático.
* Antecedentes de abusos sexuales y/o de maltrato físico y/o psicológico.
* Embarazo no deseado.
* Acceso a medios o métodos letales (psicofármacos, armas, vehículos, maquinaria, productos tóxicos…).
* Autolesiones.
* Sucesos vitales estresantes: Muerte o pérdida de una persona querida, de un famoso al que admire, discusión o ruptura de pareja, de una relación de amistad.
* Consumo de alcohol y otras drogas
Familiares
* Antecedentes familiares de suicidio.
* Abuso de alcohol o sustancias en la familia.
* Historial familiar de trastornos de salud mental.
* Violencia en el ámbito familiar.
* Ruptura de los vínculos familiares.
* Factores de comunicación negativos dentro de la familia.
* Familia con altos niveles de exigencia y perfeccionismo.
* Pérdida traumática reciente de un miembro de la familia o de personas cercanas.
Entornos escolar o social
* Ausencia o pérdida de una red social de apoyo, aislamiento social, dificultades para relacionarse con los iguales.
* Situación de desarraigo sociocultural (cambio de país, ciudad, entorno…).
* Acoso escolar, tanto en alumnado víctima como agresor.
* Sentimiento de rechazo.
* Procesos de tránsito en la identidad sexual o de expresión de la orientación sexual no aceptado.
* Elevada autoexigencia y perfeccionismo, que conllevan sentimientos de fracaso personal, desesperanza, baja autoestima
FACTORES DE PROTECCIÓN
Serían aquellas situaciones o circunstancias que reducen la posibilidad de que una manifestación del comportamiento suicida aparezca. A mayor número de factores de protección, menor probabilidad de que la persona presente una conducta suicida (aunque no lo descarta). Muchos de los factores de protección pueden adquirirse a través de estrategias y herramientas trabajadas desde la familia, el entorno social y el ámbito educativo.
Personales
* Competencias socioemocionales: Habilidades sociales, de comunicación, de resolución de problemas y adaptación.
* Autoestima positiva.
* Actitudes y valores prosociales: Respeto, solidaridad, cooperación, justicia, amistad.
* Sentimiento de aceptación y pertenencia a un grupo o comunidad de referencia.
* Percepción de control sobre los acontecimientos vitales (Locus de control interno).
Familiares
* Relaciones y vínculos familiares satisfactorios, adecuados niveles de comunicación, expresividad emocional y atención en el ámbito familiar.
* Personas de apego y/o de referencia dentro del entorno familiar.
Entorno escolar o social
* Relaciones de amistad entre iguales.
* Relaciones positivas con el profesorado y personas relevantes de su entorno.
* Accesibilidad y confianza para poder hablar de temas difíciles con, al menos, alguna persona de su entorno social y escolar.
* Expectativas positivas de desarrollo socio-personal y educativo.
* Gestión adecuada del ocio y tiempo libre: Realizar actividad física, artística, de participación ciudadana, etc., tanto individuales como grupales.
«No hay espacios de coordinación ágiles»
Los protocolos establecen de forma concreta y estructurada los pasos que tienen que seguir los centros educativos pero el día a día es mucho más complejo y se enfrentan a situaciones muy duras aún sin los suficientes recursos y con una alta dosis de preocupación y sobrecarga.
«La sensación es que hacemos muchos papeles para dejarlo todo registrado y saber que se ha intervenido. Lo que hacemos en los centros es acompañar y escuchar, ayudamos en lo que podemos, pero siempre nos quedamos con la duda si estamos realmente ayudando a los chicos», expresa con tristeza Rosa Rocha.
La impotencia que reflejan sus palabras surge por un lado de la necesidad de recibir una mayor orientación psicológica especializada y de ver a diario la tristeza de alumnos que aunque no se encuentran en una situación de riesgo sí necesitan acudir a terapia pero no son atendidos de forma inmediata y su familia carece de recursos económicos para pagar un psicólogo privado.
En los casos más graves, «cuando un chico te dice no puedo más, quiero acabar con mi vida» se avisa a los progenitores o tutores legales y el menor es ingresado de forma urgente. «Esa intervención sí que funciona, pero hay un grueso de chicos que no están tan mal como para ingresarles y que la única atención que reciben es del orientador del centro que tampoco es un especialista».
Psicólogo educativo, debates entre adolescentes, juego de roles sobre conducta suicida…
Psicólogo educativo, debates entre adolescentes, juego de roles sobre conducta suicida…
Muchos de estos chicos y chicas pueden incluso no mostrar una sintomatología evidente; sin embargo, este es un espacio privilegiado para trabajar desde la prevención y la detección. Y la reorientación de modos de afrontar e interpretar las dificultades y adversidades que suelen quebrar su bienestar. «Se encuentran en situación de riesgo y el centro educativo puede y debe generar factores de protección de gran relevancia en sus vidas, en ocasiones, lastradas por experiencias adversas muy abrasivas», asegura Luengo.
«Si tienen la atención de un psicólogo profesional todos mejoran, el problema surge cuando deciden que no necesitan esa ayuda, cuando las familias no quieren aceptarlo o no le dan importancia o cuando se tarda mucho en atender a los chicos», asegura Rosa Rocha. Y a todo ello se suma el temor a no detectar nada, a que se les escape la vida de alguno de sus alumnos, como ocurrió en el verano anterior a la pandemia y que no podrá olvidar jamás: «Después de acabar las clases un alumno se suicidó. No tuvimos ningún aviso y a nadie se le pasó por la cabeza».
Los protocolos abogan por el establecimiento de «contacto estable» con los profesionales que atiendan al alumno en salud mental y/o servicios sociales y que haya un intercambio mutuo de información. En la práctica esto no siempre ocurre. «No hay espacios de coordinación ágiles porque no trabajamos en red y esto es competencia de los poderes públicos. Nos vemos aislados en los colegios y consultas», asegura Miguel Guerrero. Y esta situación provoca mucha «angustia» en el profesorado. A su juicio para que los docentes puedan desarrollar la responsabilidad que se les exige en la protección de los menores es indispensable que haya una comunicación estrecha y constante con Salud Mental.
El regreso tras un intento de suicidio
Uno de los principales factores de riesgo de la conducta suicida es haber realizado alguna tentativa previa. Los tres meses posteriores a realizarlo son los de mayor peligro, por lo que es esencial el trabajo coordinado entre la familia, el centro educativo y el sanitario. La vuelta al instituto después de haber vivido una experiencia tan dura requiere de un plan de acogida que disminuya la incertidumbre, el sufrimiento y las posibilidades de que vuelva a intentar quitarse la vida.
En este sentido el entorno educativo, debe proporcionar apoyo constante, validación, crecimiento personal, ayuda para redescubrir sus capacidades y un entorno donde pueda generar vínculos fuertes y apego, ,según recomienda la actual Estrategia de Prevención, Intervención y Posvención de la Conducta Suicida en el Ámbito Educativo del País Vasco. Hacia el joven o la joven afectado se debe mostrar comprensión, escucha, no culpabilizar ni banalizar, mostrar interés, valorar la petición de ayuda como un logro y ofrecer la posibilidad de recurrir a una persona de referencia con la que sienta un vínculo estrecho de confianza. En necesario tratarles con calidez y compasión, pero también como al resto de los estudiantes.
En el peor de los casos, que se produzca una muerte por suicidio, es muy importante reducir el riesgo de imitación, especialmente en estudiantes que tenían una relación estrecha con la persona fallecida o con factores de riesgo de suicidio.
«La sociedad nos demanda muchísimo y no queremos mirar para otro lado. Son nuestros chicos, vemos que sufren, pero ¿dónde están los medios? En un papel, en un protocolo no, está en la prevención, en la detección y en la intervención. Necesitamos gente formada, vamos a arrimar el hombro, son nuestra juventud», pide Rosa Rocha.
El psicólogo Francisco Villar explica en su obra Morir antes del suicidio que «el gran reto final» para mitigar el sufrimiento en los menores es crear una «red de redes» en la que se implique toda la sociedad: «Cada uno desde nuestro lugar podemos hacer sentir al adolescente parte de algo, mostrar empatía, comprensión y acompañamiento, fomentar en la medida que esté a nuestro alcance que el chico se vincule con iguales, generar espacios de participación. No podemos evitar el dolor pero sí aliviar el sufrimiento y transmitir esperanza. Casi más importante que eso es favorecer que el adolescente se sienta vinculado porque estar aferrado a la vida es incompatible con el deseo de acabar con ella».