¿Qué sucede cuando tu piel se rebela contra ti? El caso de la dermatitis atópica es mucho más que una erupción cutánea. Es una lucha diaria contra el picor, el dolor y la vergüenza, y más común de lo que se piensa. Se trata de una de las patologías inflamatorias más frecuentes, que afecta a un 20% de los niños y a un 10% de los adultos. Pero, aun así, existe un gran desconocimiento sobre el enorme impacto que esta enfermedad genera en la vida de los pacientes.
«La piel es la forma en la que nos relacionamos con el medio ambiente y lo que ocurre con la dermatitis atópica es que se produce un desorden inmunológico que hace que esta barrera se altere, reaccione engrosándose y peleando de forma bruta», explica Pablo Coto, dermatólogo del Hospital Vital Álvarez Buylla de Mieres. Gran parte de los diagnósticos se producen a edades tempranas, entre los tres y los doce meses, mientras que en edades adultas es más complejo, porque «a veces reaparece tras haber desaparecido de niño o porque es de adulto cuando tienen su primer episodio», detalla.
El principal síntoma de esta disfunción es, sin duda, el picor, que provoca la necesidad de rascarse la piel para intentar aliviarlo, lo cual desencadena un ciclo continuo de picor y rascado. Esto es el desencadenante de una serie de consecuencias que afectan a actividades cotidianas como el sueño, el trabajo y los estudios. No en vano, la mitad de los adultos con esta afección tiene alteraciones del sueño una media de 162 noches al año y, al menos un 87%, tiene problemas para conciliar el sueño casi siempre.
El peaje psicológico que se paga conlleva un alto precio. «Se produce ansiedad, depresión, aislamiento, frustración e incluso automedicación, con abuso de sustancias como la marihuana para hacer desaparecer el picor», indica el experto. Según la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica, este tipo de problemas se dan hasta en un 50% de pacientes. Y no sólo eso. Hay que tener en cuenta que las personas con dermatitis atópica tienen un mayor riesgo de desarrollar otros trastornos atópicos como asma, rinitis o alergias alimentarias.
Más allá de todo lo anterior, Coto destaca el alto grado de banalización social que rodea esta enfermedad, ya que mucha gente la considera leve y que sólo afecta a la piel. También cree que existe una «falta de educación y reeducación de los médicos de atención primaria a la hora de tratar al paciente» y que «a veces se diagnostica sin tenerla, además de que se ha llegado a montar un negocio de jabones y otros productos que la banalizan», asevera.
Mientras este problema se ha mantenido con el tiempo, Coto advierte que la incidencia de la enfermedad se ha triplicado durante las últimas décadas debido a varios factores. Entre ellos, la urbanización y la teoría de la higiene, que sugiere que menos exposición a alérgenos en la infancia puede aumentar la predisposición a la enfermedad. También han tenido que ver, dice, la alteración de la microbiota intestinal por los cambios en alimentación y medicamentos, y el hecho de que la disponibilidad de tratamientos ha llevado a un aumento de los diagnósticos.
PROGRESOS NOTABLES
El aspecto alentador se sitúa en los grandes avances registrados, gracias al mejor conocimiento de la enfermedad. «Se han desarrollado fármacos que son anticuerpos monoclonalesy pequeñas moléculas que atacan o inhiben proteínas específicamente heredadas en pacientes con dermatitis atópica y que dan una alta esperanza de vivir sin ella», explica Coto.
Por eso, opina que es muy importante que se haga una identificación adecuada, para derivar al paciente de forma precoz al especialista y dar con el tratamiento idóneo: «Tiene que ser consciente de que puede estar bien, gracias a alternativas terapéuticas con las que modificar el curso de la enfermedad sin tener que resignarse».
Esa ambición, matiza, debe ser compartida por el dermatólogo: «No se puede conformar con aliviar al paciente, sino que debe ir más allá y abordar la remisión de la enfermedad y pelear las alternativas terapéuticas, porque son fármacos raros que, por desgracia, no tienen la misma accesibilidad en todas las comunidades españolas por motivos económicos«.
La discordancia entre lo que ven el médico y el paciente sigue siendo uno de los retos a afrontar. «Quizá el dermatólogo perciba que se ha pasado de un 30% de superficie corporal afectada a un 10%, pero no tenga en cuenta que la prioridad de esa persona sea aliviar los síntomas, porque aún sigue sin dormir y rascándose», advierte. Eso, añade, es lo que pone de relieve la necesidad de incorporar herramientas y registros comunes de evaluación y medida de resultados y experiencias reportadas.
También percibe como esencial mejorar la atención psicosocial al enfermo, para la que ve en los mundos virtuales y el metaverso una solución de futuro. De hecho, ya ha liderado la primera reunión con pacientes a través de una herramienta que, espera, se convierta en la nueva aliada en su lucha contra esta enfermedad.